"Soy microbiólogo clínico. Trabajo en un importante hospital de Valencia y pertenezco a ese grupo de sanitarios responsables de hacer las pruebas del coronavirus". Buscando héroes en Twitter lo he encontrado, no su nombre porque aparece un seudónimo, pero sí la carta que acompañaba a su tuit y de la que copio algunos párrafos: «Suena el teléfono€ La compañera internista Rosa me reclama el resultado de un exudado nasofaríngeo de un paciente con neumonía grave. Le comento que estoy en ello, que en una hora lo tendré. Cuelgo el teléfono. Suena el teléfono, al compañero pediatra le urge el resultado de la prueba de un niño de 12 años que está empeorando y no sabe lo que tiene. Intento tranquilizarlo y le indico que le pongo la prueba como preferente. Cuelgo el teléfono. Suena el teléfono€ Mi amiga Edurne, de la UCI, me llama para descargarse emocionalmente. Me dice que está agotada, exhausta. Aprovecha para solicitar que le diga pronto algo sobre la prueba del paciente de la cama 230, una abuelita que sospecha no pasará de esta noche. Suena el teléfono. Cuelgo el teléfono. Suena el teléfono. Cuelgo el teléfono. Las muestras se me acumulan. Intento organizarme y mantener la calma. Soy persona hábil y eficaz. Me digo a mí mismo que voy a poder con todo. Y suena el teléfono, ahora es el personal. Es mi mujer. Me pregunta cómo va el día€ y lloro». Yo también tengo ganas de llorar.

The New York Times ha llevado hoy a su portada a los 'sanitarios kamikazes' españoles, así los ha llamado, de los que unos 12.000 están infectados y seis han fallecido. El coronavirus ha cogido por sorpresa a nuestra sanidad y sin recursos necesarios para combatirlo: faltan guantes, mascarillas, trajes de protección, respiradores y también manos. Y ante la ausencia de material, tal y como señala hoy ese diario, nuestros héroes se las ingenian para «fabricar pantallas protectoras caseras, reconvertir bolsas de basura en batas, reutilizar mascarillas que eran de usar y tirar o recortar sábanas quirúrgicas para transformarlas en equipos de protección individual». Por ellos salimos todos los días a aplaudir a las ocho en punto desde nuestros balcones y terrazas. Y lo seguiremos haciendo porque ellos son los que de verdad están librando esta horrorosa batalla.

Esta es parte de la realidad del coronavirus en mi país y enfrentarse a ella, como a la muerte a día de hoy de 8.189 personas, un trago muy duro y amargo. Hay muchas más cifras, todas tremendas, pero no voy a repetirlas, ya se encargan los informativos de restregárnoslas a diario. Hoy ni sé lo que deciros, pesan los días encerrados y crece la impotencia de saber la tragedia que hay allí fuera y poder hacer poco más que quedarnos en casa que es vital, lo sé, pero a veces, como hoy, no basta porque somos muchos a los que nos gustaría estar fuera ayudando.

Escucho At home de Avishai Cohen; Madrid hoy amaneció helada y ha nevado en la sierra; la primavera llegó, pero pasó de largo. Esta noche soñé que caminaba descalza por una playa inmensa y solitaria. El mar estaba transparente y en calma. La selva llegaba hasta la orilla. Una tortuga sacó su cabeza un rato. A lo lejos, alcancé a distinguir un pescador que desplegaba su atarraya. Sé que todo esto también pasará y volveremos a esos lugares en los que fuimos felices y amamos la vida. También a los besos y abrazos.

Os quiero. Cuidaos