Hay dos mundos en la capital de la Región, una situación que la oposición lleva años, sin éxito, intentado rentabilizar. Uno es el de la ciudad, como núcleo central de un municipio que se extiende como una macha de aceite y cuyos habitantes periféricos la han aupado a la séptima capital de España. El otro, el de las pedanías, que siempre se han sentido como la Cenicienta sin que su poder en las urnas (capaz de dar el vuelco en unas elecciones, puesto que en ellas residen más de la mitad de los ciudadanos de Murcia) les haya hecho merecedoras de la máxima atención.

La periferia nunca fue considera tal y como debía ni en los presupuestos ni en los proyectos estratégicos municipales. Ahora que ha llegado el coronavirus tampoco parece que los gobernantes de la Glorieta hayan tenido en cuenta a las juntas vecinales de las pedanías a la hora de marcar las actuaciones a seguir ante la pandemia. Eso sí, la Intervención del ayuntamiento de Murcia se ha encargado de advertirles acerca de que no deben gastar ni un euro en mascarillas u otro material sanitario para la población porque, se supone, no es de su competencia.

La realidad es chocante y, a veces, hasta kafkiana, ya que sí pueden invertir sus buenos dineros en cohetes. Es decir, que si a un pedáneo se le ocurriera en la actualidad, con la que está cayendo, contratar un espectáculo pirotécnico no habría ningún problema. A estas alturas del confinamiento, parece que sólo Rebeca Pérez, portavoz del Gobierno local y responsable de Limpieza Viaria, y Paqui Pérez, concejala de Mayores, están en contacto periódico con las juntas vecinales y se preocupan por ver si necesitan algo del Ayuntamiento.

Ante esta situación de falta de comunicación del Gobierno local y de la concejalía de turno, la de Pedanías, que gestiona Marco Antonio Fernández, con los presidentes de las juntas o alcaldes pedáneos, que no han recibido comunicado alguno, por ejemplo, de los medios que ha puesto la Administración local a disposición de sus administrados, estos representantes de la periferia han echado mano de imaginación y de la solidaridad de las empresas que tienen a su alrededor.

Han conseguido, con sus gestiones, hacerse con mascarillas donadas, geles y voluntarios que apoyan a sus vecinos y, de momento, la única circular oficial que han recibido los pedáneos, precisamente ayer domingo, es la de que el día del Bando de la Huerta se decreta no festivo por la pandemia (la resolución de la Comunidad aceptando el acuerdo de la junta de gobierno -que no ha sido pasado por pleno como sería preceptivo- no se ha publicado todavía en el BORM). Una paupérrima gestión por parte del Ayuntamiento que obvia las necesidades que a estas alturas tienen los territorios anexos a la ciudad.

Como en la ciudad, las decenas de localidades que conforman el municipio de Murcia necesitan más vigilancia sobre el confinamiento al detectarse por los alcaldes pedáneos zonas en sus pueblos donde la gente se cita y departe sin ninguna medida de protección; tampoco pueden recurrir a los Servicios Sociales más allá de llamar a un teléfono que les deriva, la mayoría de las veces, a Cáritas, una organización que está totalmente desbordada en el contexto actual y que precisa de fondos económicos y de personal.

Tampoco se ha habilitado un sistema ágil y eficaz para atender a aquellos administrados que están inmersos en un ERTE y que necesitan el certificado de empadronamiento, un documento que hay que aportar, por ejemplo, para que te pospongan el pago de la hipoteca durante seis meses si estás dentro del Expediente de Regulación de Empleo. Ese trámite tarda en resolverse quince días si el administrado no tiene firma electrónica.

Como se ve, muchos palos en las ruedas de las pedanías. Por nadie pase.