La muerte ha existido siempre, pero tal vez y a pesar de ser un hecho natural en este momento de Estado de Alarma y confinamiento por un virus pandémico pueda adquirir un nuevo significado. Muerte es muerte y basta, cierto es, pero estamos acostumbrados a escuchar y leer las esquelas ajenas y a vivir la pérdida de nuestros seres queridos muy de vez en cuando, y ahora, sin embargo, este fenómeno se está produciendo con demasiada frecuencia.

Estamos en la interpandemia y existe conmoción por las pérdidas repentinas de seres conocidos, queridos, cercanos, a los que tratamos y conocemos, y eso duele, nos hace tener miedo porque no sabemos aún el modo de combatirlo, y nadie está exento.

Como terapeuta de duelo creo que estamos asistiendo a un cambio importante en la humanidad: a la libertad y respeto por despedir a nuestros seres queridos en los tanatorios o casas, a la posibilidad de darles un último adiós acompañados de nuestra familia y amigos, nos encontramos en un momento de desolación: no podemos ir presencialmente a mostrarles nuestro amor y respeto, no podemos celebrar ceremonias religiosas ni civiles.

Tal vez este giro que han tomado los acontecimientos podamos paliarlo con otros rituales. Propongo que utilicemos las redes sociales para hacer un homenaje al ser que se nos va, que nuestra oración o plegaria, que nuestras palabras las elevemos al universo y conectemos espiritualmente con sus almas porque de algún modo necesitamos sentir el reconfortamiento que supone hacer una despedida. Es distinto, ya lo creo, pero es otro modo de hacer.

En estos cambios que estamos viviendo también asistimos a un nivel más elevado de solidaridad social, de los unos con los otros y de ayuda a quienes tenemos cerca. Son innumerables las muestras de poyo que se están produciendo entre vecinos e incluso hacia desconocidos. Es como una vuelta a la humanización que tanto se ha perdido con el individualismo.

Este virus está trayendo dolor y desgracias, pero también realidades: todos somos más iguales que nunca. Ante la enfermedad y la muerte todos somos iguales y creo que eso está generando grandes reflexiones sobre los valores humanos, sobre nuestro propósito de vida y sobre el amor incondicional.

Todo pasará, pero deseo y espero que esos nuevos valores que están renaciendo se anclen a un nuevo modo de vivir y transitar por este universo: nuestro mundo.