Celebramos en 2020 el Año Internacional de la Enfermería, y el COVID-19 nos trae la paradoja del reconocimiento de una profesión silente que día a día convive con los miedos, ansiedad, dolor y sufrimiento de pacientes y familiares.

Desarrollamos una labor crucial en nuestro mundo, donde padecemos los contagios y los efectos del coronavirus en el cuidado de nuestros conciudadanos, porque nuestro trabajo sanitario es lo primero.

Con una formación de alto nivel y con gran profesionalidad seguimos manteniendo nuestros valores de empatía, humanidad y voluntad de cuidar a enfermos y mayores.

La enfermería es una profesión mayoritariamente de mujeres que a lo largo de la historia han sufrido continuas situaciones discriminatorias.

Heroínas invisibles, que demandan su reconocimiento social y el de una Administración que nos tiene en segundo plano, incluso aplicando las mismas normativas de forma discriminatoria respecto a otras profesiones.

Históricamente las enfermeras han estado en primera línea, siempre en pro de los pacientes, allí donde se les ha necesitado, guerras, grandes pandemias y en las enfermedades más sociales y duras. Han sido las primeras en sufrir los contagios y en vivir las penalidades de los cuidados, siempre y hasta nuestros días con déficit estructural de medios humanos y materiales. Se llevan diariamente los sufrimientos de sus pacientes y familiares a casa, así como los riesgos de las patologías con las que conviven y de los medicamentos peligrosos que preparan y dispensan.

Una profesión de máxima satisfacción humana, pero también de alta penosidad y peligrosidad, no reconocida por las Administraciones con los mismos derechos y oportunidades que a otras de igual nivel.

SATSE como sindicato profesional, ha puesto en marcha dos grandes campañas en defensa del colectivo. Con una Iniciativa Legislativa Popular, que superó las 600.000 firmas de ciudadanos, se instó al Congreso de los Diputados a desarrollar una Ley de Ratios. El objetivo es garantizar la seguridad del paciente con un número de profesionales suficiente para dar cuidados de calidad. Por otro lado, se pretende el reconocimiento de la penosidad y peligrosidad del trabajo de enfermería que, acogiéndose a la Ley de jubilación actual, permita el retiro anticipado en los términos que se ha facilitado para otros colectivos como: policía, bomberos, etc.

Hemos de mejorar las condiciones laborales, con mayor flexibilidad horaria que facilite la conciliación de la vida familiar, con las dotaciones de plantillas necesarias para garantizar la calidad de los cuidados, es imprescindible la disponibilidad de medios de autoprotección y asepsia que nos permitan realizar nuestro trabajo con seguridad, así como posibilitar el ascenso a puestos de responsabilidad y autonomía de gestión.

En estos días estamos asistiendo a una gran crisis sanitaria con la aparición del coronavirus, donde se pone de manifiesto los riesgos que asume el personal sanitario, pero es una realidad cotidiana con patologías, que no por ser más conocidas dejan de ser importantes (gripe, tuberculosis, sarna, VIH, ébola, sarc), y todo tipo de infecciones con las que nos encontramos en domicilios, residencias y hospitales. Tampoco podemos olvidar el uso diario de medicamentos peligrosos cuyos efectos para la salud de quien los manipula son importantes, al igual que la penosidad de los turnos imprescindibles para poder garantizar el cuidado durante las veinticuatro horas, todos los días del año.

No por ser una profesión muy vocacional debe tener menos derechos reconocidos a sus profesionales.

Desde SATSE reclamamos que el Año Internacional de la Enfermería suponga el reconocimiento de todos los valores de esta magnífica profesión, medidas que garanticen la igualdad real, el aumento de la visibilidad de la labor enfermera y la mejora de sus condiciones de trabajo.

Ánimo y fuerza a todos esos héroes y heroínas que están dándolo todo en estos días por los demás.