La Historia exige a los mejores hombres en las situaciones más difíciles. Sin embargo, esta conjunción escasea en el momento decisivo. Y tampoco es una fórmula exacta de éxito. El genial Pericles no pudo evitar la derrota de Atenas frente a Esparta ni el desmoronamiento de la Democracia. El político ateniense se rodeó de filósofos, escritores, estrategas y artistas destinados a dejar su huella en un siglo que lleva grabado su nombre. Hablamos de una época a la que le bastaron apenas unos meses para desmoronarse.

Otras crisis azotan nuestro bienestar. Si bien es cierto que no encontramos a un Pericles en nuestra clase dirigente, abro con melancolía el Discurso fúnebre, escrito por Tucídides, cuando el oro de Atenas ya no era más que ceniza, y que sirvió de transcripción a lo que dijo Pericles en el primer año de la guerra del Peloponeso. El texto honra a los caídos en batalla, pero es un recuerdo del bien más preciado de los atenienses: su gente.

Atenas tuvo que enfrentarse a un triple mal que lo superó con creces. Luchó en el campo de batalla contra Esparta. Pero también murió de éxito. Sus ciudadanos olvidaron los enormes sacrificios de sus antepasados, que vieron la ciudad destruida a manos de los persas. Nacieron en una Atenas de templos y teatros, bañada por la suerte. Cuando los cimientos se tambalearon y empezó la escasez, se derrumbó en el acto. El otro mal fue la peste. Diezmó a su población, matando al propio Pericles. Democracia y pandemia casan mal. La responsabilidad de la masa siempre es difusa, sobre todo cuando los ejemplos de virtud escasean.

Tras leer el Discurso fúnebre enciendo la televisión. Escucho la rueda de prensa del presidente. Una alocución de más de una hora. El político gesticula. Su rostro es serio, pero se nota que está leyendo una pantalla. No es capaz de construir una frase sin una metáfora (que es el artilugio de los mediocres). La cursilería al confundir a la ciudadanía con adolescentes de Instagram. Edulcora el mensaje. Le habla a niños. Un discurso que ya he escuchado cientos de veces estos días. Dos palabras: 'sacrificio y victoria'. He aquí el Pericles moderno. Tras el mitin, pasamos a una ronda de preguntas filtradas anteriormente y seleccionadas con especial cariño. La democracia está salvada.

Tal vez no sepan los expertos y asesores de nuestros días cómo acabó Pericles. Se empeñan en rodear de escudos griegos las salas de prensa, creyendo que los periodistas son hoplitas. Tras la peste de Atenas, murió Pericles. La democracia sucumbió ante el Gobierno de los treinta tiranos. Ni el mejor hombre pudo detener la desolación de la mejor ciudad que jamás existió en el Mundo Clásico. Recordemos que los discursos se escriben al final, cuando todo ha pasado. Mientras dure la pandemia, toda palabra es vana, sobre todo las que prometen 'sacrificio y victoria'.