¿Saben una cosa? El cuerpo me pide poner a mucha gente en su sitio tras leer burradas estos días, pero las familias que están sufriendo, los enfermos, los mayores, los que se están dejando la piel para que esto acabe no merecen que sigamos incendiando la prensa, las redes, los grupos de whatsapp.

El cuerpo me pide decir muchas cosas y, no se preocupen, que tiempo habrá; nos vamos aburrir de ver debates, comisiones de investigación, a Ferreras haciendo especiales, a Susana Griso y a Ana Rosa afilándose aún más los colmillos, sacando las historias de las víctimas, creyendo que hacen buen periodismo. Yo, en mi humilde columna de opinión, me niego a formar parte y ser cómplice de aquellos, de un lado y de otro, que tienen demasiado tiempo y se dedican a chapotear de la manera más obscena en el dolor y en la realidad de mucha, por desgracia gente que lo está pasando muy mal.

¿Saben? Hasta el momento ha sido mi semana más dura, han pasado cosas que ahora no toca contar, pero tocará, créanme que tocará que les cuente, para que vean las dos caras del buen y mal gusto en tiempos de pandemia. Pero lo importante y duro: he recibido noticias de personas que son como de mi familia que están enfermas por culpa del bicho, y a la vez varios amigos están en la primera línea batallando para que todo acabe cuanto antes, y me preocupan al igual que me siento orgullosa de cada uno de ellos. Y qué quieren que les diga, sumando todo a la delicada situación familiar, estando sola en casa, la cabeza vuela y todo se desborda.

Dejénme que les hable de Q., sacerdote, amigo del alma desde que nací; sus ojos verdes cristalinos son lo que, a través de la protección de su cara, los enfermos en Ifema intuyen mientras él les acompaña, y a los que lo solicitan les reconforta rezando a su lado en guardias de ocho horas. Cada noche nos llamamos y nos contamos nuestro día para sentirnos algo menos solos, para decirnos 'te quiero' y dedicarnos una canción de nuestra adolescencia. Es la llamada que junto a la de mis padres me da paz.

O M., enfermera en el Morales Meseguer, en la quinta planta, medicina general, el vórtice del COVID-19, compañera del colegio, una grande que me cuenta lo duro que es, y que en todos los años de profesión no se había enfrentado a nada igual. Y J., amigo de la infancia en la Jiménez Díaz de Madrid, con su voz ronca me manda un audio dándome ánimos y diciéndome que si estoy muy mal es capaz de venir a mi telefonillo para hablarme y que me venga arriba. Él, que está viendo el horror a diario, me da consuelo. Manda huevos.

Señores políticos, periodistas, y todos los que están participando del circo, esto es lo que toca ahora: estar callados mientras los que de verdad están viviendo el horror nos ayudan, no verter mierda a capazos unos contra otros. Me parece sórdido lo que están haciendo sin pudor ni decencia. La política que llevo en las venas, la que respeto y en la que creo, cuya esencia es lo más bonito que puede haber consiste en trabajar por el bienestar de los demás, pero hay quienes lo manchan todo de mierda, unos y otros tirándose cadáveres, culpas o declaraciones sacadas de contexto para ser trending topic. Me avergüenzan.

Todo esto acabará y espero que pase factura a todos, espero que a nuestro país, a nosotros, a los que de verdad nos está sacudiendo y doliendo todo esto, no se nos olvide el comportamiento irresponsable de nuestra clase política, y ojo con intentar que me posicione, porque no lo voy hacer. Todos tendrán que dar la cara. Gobierno central y Comunidades autónomas, todos, deberán pedir perdón a los ciudadanos por haber abandonado la sanidad, a sus profesionales, a nuestros mayores y a sus residencias.

No se nos olvidará este maldito Marzo de 2020 que nos ha cambiado la vida. Decía Carlos del Amor en uno de sus cierres del telediario de La 1, el de las 21 horas: «El verbo tocar ahora no lo podemos conjugar», y no sé a ustedes, pero a mí me duele, me escuece.

Espero que entendamos la importancia de amparar a quienes nos cuidan y protegen, igual que tenemos que cuidar a los que nos trajeron aquí, nuestros mayores. Qué manera de abandonarlos todos estos años. Qué manera de mirar para otro lado tan egoísta.

Nos estamos enfrentando a la muerte de la peor manera imaginada, sin despedida, sin ese último olor, mirada, aliento. Sin consuelo, sin un abrazo, sin nada. La muerte esa que pensamos que no nos toca, o que ya llegará, pero dentro de mucho. Espero de corazón que aprendamos algo, espero de verdad que asumamos que tenemos que cambiar nuestra manera de entender este loco mundo. Espero de verdad que algo nos toque dentro sólo un poquito para que, al salir a la calle, cuando todo esto acabe volvamos a tocarnos, mirarnos y besarnos por unos días hasta que la rutina nos coma de nuevo.

Parece que me repito y quizás así sea, pero espero que vayamos siendo más conscientes sobre lo que nos está sucediendo. Ni crisis a lo 2008 ni leches, el mundo tal y como lo conocemos cambiará. Hemos pensado que somos invencibles y que los desastres solo ocurren en películas de ciencia-ficción, y no ed así. No soy catastrofista; quienes me conocen saben que no lo soy, pero creo que es importante que reflexionemos sobre esto.

Por el momento, hagámonos un favor, tomémonoslo con calma. Para cuando este artículo se publique lo más probable es que se haya ampliado el estado de alarma otros quince días o estarán a punto de hacerlo; tenemos que seguir quedándonos en casa y proteger a nuestros mayores. Mirémonos un poco dentro de nosotros mismos, dejemos en paz a la gente que sale a la calle; ya están las fuerzas y cuerpos de seguridad para multar a los tontos motivados que piensan solo en su ombligo, irresponsables. Si están acompañados, valórenlo, levanten la cabeza de la pantalla y compartan el tiempo ese que en otro momento tanto añoraron. Disfrutemos de una buena película, veamos esa serie que nunca hemos tenido tiempo de ver porque las obligaciones nos hacía llegar tarde a todo. Respiremos y preparémonos para cuando salgamos. No será fácil, pero como alguien bueno me ha dicho esta semana, tenemos que ayudarnos entre todos para salir de esta. Si estamos consiguiendo entre todos parar esto, podremos.

Cuídense mucho.