Ayer nombraron a la nueva directora general de Empleo de la Comunidad, exactamente un mes después de que dimitiera el anterior titular del cargo. La agraciada ha sido Marisa López Aragón, que hasta ahora ejercía funciones de asesora de gabinete en la consejería del ramo. Es decir, la tenían en casa y, por lo que sea, no la veían. Tal vez estaban buscando a otra o a otro, y no lo han encontrado, hasta que han decidido tirar del personal más inmediato por la premura de las circunstancias. Han dejado pasar un mes hasta que el coronavirus ha espoleado la urgencia de poner a alguien al frente de la oficina que ha de gestionar la avalancha de Ertes y el resto de disfunciones laborales que se aprestan sobre la Región de Murcia en la perspectiva de mayor desempleo que cabe imaginar. Hay en la Comunidad direcciones generales para parar un tren, algunas sin función o con competencias suplantadas, y precisamente la que más tarea va a tener en la actual coyuntura estaba vacante. Ahora dirán que les preocupa muchísimo el empleo.

A la par, la consejera portavoz del Gobierno, Ana Martínez Vidal, instaba ayer a la aprobación urgente de los Presupuestos de la Comunidad, no se sabe muy bien cuáles, si los que presentó su colega de Hacienda, Javier Celdrán, a los que puso reparos el partido al que pertenece la dicha portavoz, causa en parte del retraso en su tramitación, o los necesariamente modificados por la situación sobrevenida a causa de la pandemia.

Cuando Martínez Vidal clama por los Presupuestos cabe preguntarse a quién apela, pues para publicarlos en el BORM no precisan del visto bueno de la oposición; para hacerlo bastaría la concordia entre los firmantes del pacto de investidura: PP, Cs y Vox. ¿Cómo es que estamos en abril, segundo trimestre, y no hay acuerdo? Hasta ahora las discrepancias internas eran por el Mar Menor, que iba a ser, decían, el capítulo prioritario de las inversiones autonómicas, pero ¿quién se acuerda ahora del Mar Menor? Ni siquiera queda la esperanza de que sobre la laguna caiga el 'efecto Venecia', pues una de las actividades que lo contaminan es de la llamadas 'esenciales' en esta fase de parón general.

Aprobar los Presupuestos tal y como estaban concebidos, es decir, para una mayor ampliación de la deuda, ya en la estratosfera, servirá para poco si no se recomponen para las funciones específicas del nuevo tiempo que comienza. Todas las empresas han de adecuar, no solo sus previsiones presupuestarias sino incluso su propia actividad, a las circunstancias del momento. Se llama flexibilidad, y quien no la practique quedará desplazado. ¿Por qué, entonces, las Administraciones públicas no habrían de hacer lo mismo? Empeñarse en dibujar un mapa presupuestario que ya no tendrá que ver con la realidad conocida supone instalarse en la melancolía. Estos políticos jóvenes, que van de intérpretes de un tiempo distinto, aunque se acomodan muy fácilmente al tradicional, deberían suponer esto más que nadie.

Todavía no saben que esa señora a la que acaban de nombrar a última hora directora de Empleo se convertirá necesariamente en el principal cargo económico del Gobierno. 'No hay margen' para reelaborar los Presupuestos, asegura la portavoz. Que no se preocupe. Ya vendrá la realidad a reelaborarlos.