Dice Naomi Klein en Capitalismo de desastre y la doctrina del Shock que en nuestra forma de pensar y de vivir se ha implantado un sistema que condiciona nuestros comportamientos y limita nuestras relaciones. Este sistema, que controla a la humanidad por el miedo, es un desastre para la organización social. Los think tank que nos dominan ven nuestro mundo como un espacio de consumos globales que hay que alimentar y distraer para que un grupo, ese famoso y determinante uno por ciento de grandísimas fortunas, siga manteniendo su situación privilegiada de riqueza y poder.

Ahora que tenemos tiempo de meditar sería bueno que (después de agradecer lo que los sanitarios están dando) pensemos un poco sobre el papel que estamos jugando. Recluidos, con un horizonte complicado y sin transparencia e información suficientemente contrastada, se está dando lugar a un malestar social y una sensación de desorden.

Albert Camus, en La peste, advirtió que los bacilos nunca mueren o desaparecen por completo. Pero el sistema inmunológico está muy debilitado por otras muchas causas: ¿qué empleo me quedará a la salida de esta crisis? ¿Qué capacidad de consumo tendré? ¿Qué economía? Y así sucesivamente van abriéndose una serie de interrogantes que nos podríamos hacer solos, en familia, con los vecinos de la comunidad o con los amigos por las redes. Pero ¿a dónde acudir para conocer y despejar estas dudas? ¿Hay transparencia?

Transparencia: palabra mágica. Tenemos muchísimos datos, a cada momento nos inundan con información, pero ¿quién la contrasta? Y no ya la más cercana, sino la de todos los países del mundo. ¿Alguien ha comprobado si los datos de China son veraces? Porque desde que el Gobierno de China detectó el problema no sabemos si sus victoriosos resultados responden a la realidad. Nadie los ha avalado, salvo el mismo partido. En China no hay Organismos de Transparencia porque su sistema político no los concibe. Pero de todos es conocido que los primeros síntomas fueron ocultados y las consecuencias mortales para el médico que detectó la epidemia. Los funcionarios de ese régimen no democrático ya se encargaron de silenciarlo. En China existe un sistema de vigilancia ciudadana en donde no hay paso sin control. Y esa sociedad no democrática no es el mejor espejo.

Marta Peirano, reconocida periodista especializada en estos temas, nos dice que basta ya de poner a China como modelo del Covid-19, porque es un régimen que sanciona por beber entre semana, encarcela por leer el Corán, pero que se olvidó de prohibir la venta de animales salvajes en los mercados, a pesar de la triste experiencia de la gripe A de 1957 y del SARS en el año 2002. Nunca se puede defender la eficiencia del totalitarismo, si es que fuera cierta, porque no tiene por objetivo la protección de los ciudadanos, sino la supervivencia del régimen. Y esta reflexión la podemos trasladar a nuestro sistema democrático cuando nos fallan los controles y no existe transparencia, porque nos han arrollado los acontecimientos y nadie sabe por qué estaban vacíos los almacenes hospitalarios de mascarillas y equipos de protección del personal sanitario, aparatos médicos, y faltos de camas en la sanidad pública con menos médicos y personal de enfermería que hace diez años.

Heymann, el epidemiólogo que lideró la respuesta global al brote de SARS en 2003, alertó de que la humanidad estaba conviviendo con un caldo de cultivo muy peligroso: la ganadería intensiva y sus derivados de productos cárnicos. Y podríamos pensar: ¿somos tan insensatos que seguimos consumiendo estos productos como los chinos su sopa de murciélagos? Con una diferencia: que los chinos defienden a su régimen por encima de la ciudadanía, pero en las democracias tenemos la obligación constitucional de defender a la ciudadanos y ciudadanas por encima de las industrias que pueden producir enfermedades. Esa diferencia es para pensarla en estos días de reflexión. Porque cuando Li Wenliang investigó a finales de septiembre siete casos de síndrome agudo respiratorio como consecuencia de productos consumidos en el Mercado de Huanan, dos días después la policía local los había amenazado, a él y a otros seis médicos, por difundir el peligro de una enfermedad. No es correcto tomar como modelo un sistema dictatorial y mucho menos dejarnos seducir por su lógica, porque está envenenada, y su sabor al final siempre será amargo.

Sin embargo, sí podríamos, en vez de contemplar ese vergonzoso espectáculo que nos están dando ciertos presidentes autonómicos enfrentándose con el Gobierno de la nación para ver quién sabe más de medidas estratégicas, tomar una buena idea del Reino Unido. En éste hay un Grupo de Asesoramiento Científico para Emergencias (SAGE) que brinda asesoramiento técnico para apoyar a los responsables de las decisiones gubernamentales en estados de emergencia. Su papel consiste en garantizar que se brinde asesoramiento científico oportuno y coordinado a las decisiones intergubernamentales del Reino Unido. Con su independencia, se asegura que la información llega sin condicionamientos políticos al Gobierno, que en función de ella marca la política oficial.

Marta Peirano nos sugiere que tambien hay más cosas que matan a la humanidad, como la persecución por sus ideas de periodistas y profesionales que han visto cómo se les amenazaba de muerte. Como la represión por haber participado en una manifestación de derechos humanos, o como la persecución de personas por su etnia o por su género, como el caso de las mujeres que son violadas. Hoy no podemos abrazar el totalitarismo como tabla de salvación porque también es una grave enfermedad contagiosa, como los patriotismos, los nacionalismos y las muy diferentes formas de conservadurismo radical, que con sus autoritarismos nos dejan helados.

Miremos a los países más democráticos que están acompañando a su gestión con más información, más transparencia y más medios, como los test y otras medidas de prevención, protección y desinfección. Un Gobierno democrático debe aprovechar el estado de alerta para fortalecer la democracia, para rendir cuentas mejor que nunca, para acoger la colaboración ciudadana y darle el mayor protagonismo: así el dialogo y la solidaridad serán las vías para salir de esta pandemia. De lo contrario, tendremos otra peor a medio plazo.