14 días y 14 noches, dos números y tres palabras para una eternidad. Hoy, 26 de marzo, cumplo mi primera cuarentena, unos días por delante de la oficial: fui de las que me encerré por decisión propia al ver que la situación en Madrid se complicaba y las calles se convertían en foco de infección. En todo este tiempo solo he salido una vez para ir al supermercado y lo pasé tan mal que no lo volveré a hacer si nuestra última compra cumple cálculos y previsiones. Balance de estas primeras dos semanas de encierro: estoy bien, por supuesto que hay momentos difíciles, pero cuando me vengo abajo pienso en toda esa gente allá fuera que lo está pasando realmente mal y la tontería se me pasa de un plumazo. No sería justo quejarme: estoy acompañada, nuestra casa tiene espacio suficiente, hay comida en la nevera, estamos sanos, no tengo ningún amigo contagiado y mi familia, aunque lejos, se encuentra bien.

Manuel Vilas confesaba esta mañana en Twitter: «No se puede escribir en medio de este horror. Lo intento todos los días, y no puedo, porque para escribir la vida tiene que estar entera». Y no lo está, ha saltado en mil pedazos y mi nueva novela que empecé antes de la pandemia está abandonada; soy incapaz de poner en palabras otra cosa que no sea este diario convertido en mi salvación y en el lugar en el que volcar mis ansiedades, los anhelos, las risas, mis carencias, los sueños, los miedos. Mis esperanzas. Dejarlo sería abandonarme y no lo voy a hacer, lucharé hasta el final porque estoy convencida de que cuando todo esto acabe este doloroso esfuerzo colectivo habrá servido de algo.

«¿Es el enemigo? ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento?», pregunta Gila al coronavirus en el último y emotivo anuncio de Campofrío que utiliza uno de los números más famosos del cómico para después, enviarnos este mensaje: «Tenemos mucho que hacer. Porque tenemos que compartir algunos memes para animarnos, tenemos que ayudar al vecino a hacer la compra, tenemos que llamar a los amigos y a la familia, tenemos que cocinar para nuestros mayores, tenemos que agradecer a los que trabajan y nos cuidan€ Porque esta guerra la vamos a ganar. Que nada ni nadie nos quite nuestra manera de disfrutar de la vida». Lo haremos, apoyándonos los unos en los otros. No hay otra.

He leído que escuchar a Mozart o a Beethoven nos ayuda a ser mejores personas; seguro que sí y también a pasar este amargo trago por lo menos a mí porque no puedo imaginar estas tardes de encierro tampoco sin las rimas de Kase.O, la guitarra de Jose González, el jazz de los grandes y las playlists que desde Colombia me envía mi amiga Moni con todo su amor.

Hoy salió el sol en Madrid y el cielo luce de un azul radiante. Si tuviera azotea subiría a buscar el sol; no tengo, pero sí mi pequeño balcón al que esta noche a las ocho en punto volveré a salir para aplaudir a todos los que cuidan de nosotros, mientras unos despiadados multimillonarios norteamericanos reclaman en su país la vuelta al trabajo aunque eso suponga la muerte de miles de personas. Cuánto tiene que cambiar el mundo; cuánto nosotros.

Os quiero. Cuidaos.