Madrid, 23 de marzo

Vibra mi móvil. Es un mensaje de WhatsApp de mi hermana al grupo familiar: «Buenos días, ¿qué os parece si nos tomamos hoy el aperitivo juntos? Os convoco por Zoom a las 13,30 horas». De inmediato digo que no puedo porque me toca cocinar, pero os confieso que tampoco es que me vuelva loca la idea de sentarme sola delante de mi ordenador con una cerveza y unas patatas mientras al otro lado de la pantalla mis hermanos se comen unas aceitunas y mis padres, un trozo de empanada; otro gallo cantaría si tuviera un patica de hueva de mújol o unas gambas rojas de Garrucha para hacerlas a la plancha, pero en mi barrio no hay pescadería y las del Día son congeladas.

Además nunca me han gustado las vídeollamadas, tampoco cuando vivía en el Caribe, siempre con buena cara y bronceada, imaginad ahora con esta pinta después de tantos días encerrada.

Zoom es la app del momento: en apenas un día fue descargada 343.000 veces en todo el mundo, sus acciones han subido un 77% en Bolsa y tiene cinco veces más usuarios que el mes pasado. Lo reconozco, debo ser un bicho raro ahora que medio mundo anda ‘videollamándose’ para merendar, jugar a las cartas o celebrar un cumpleaños, pero yo para tomar el aperitivo con mi familia o beberme los margaritas que hagan falta con Ángel prefiero que todo esto pase, porque pasará si seguimos todas las recomendaciones y nos quedamos en casa.

Hegel decía que las grandes catástrofes producen pureza, nos dicen lo que es pasajero y lo que es importante. Probablemente necesitábamos un virus así para volvernos mejores aunque muchos ya son grandes seres humanos; yo ahora que tengo tanto tiempo paso horas en internet buscándolos y así encontré a Juanjo, quien en Twitter hace unos días dejó este mensaje: «Vivo al lado del Hospital La Paz. Si eres sanitario y estás trabajando o cansado y quieres que te haga la comida o la cena estos días, dímelo por DM. A ti o a tus peques. Me encanta cocinar. Donde come uno, pueden comer más. Gracias, vecinos, por cuidarnos». Su iniciativa #YoTeCocino ha sido un éxito y son muchas las personas en toda España que amorosamente se han ofrecido a cocinar para otros. Muchas gracias, también para Margarita, quien a sus 84 años, y confinada en su casa de Arcos de la Frontera, cose mascarillas sin parar: «Yo no puedo estar de brazos cruzados viendo cómo pasa esto, enterándome de que cada vez hay más enfermos y más muertos», le dijo a su hijo y desde entonces fabrica cincuenta diarias.

En Madrid está granizando y hasta la primavera quiere pasar por aquí de largo. En mi encierro me faltan las flores y los paseos por el campo, pero tengo estos versos de Wislawa Szymborska, Despedida de un paisaje se llama.

No le reprocho a la primavera /que llegue de nuevo. // No me quejo de que cumpla /como todos los años /con sus obligaciones. // Comprendo que mi tristeza / no frenará la hierba. // Si los tallos vacilan /será sólo por el viento. // No me causa dolor / que los sotos de alisios /recuperen su murmullo. // Me doy por enterada /de que, como si vivieras, / la orilla de cierto lago /es tan bella como era…

Os quiero. Cuidaos.