Madrid, 21 de marzo

Nueve palmos por tres de ancho; eso mide nuestro balcón; menos mal que tenemos dos con una barandilla cómoda y elegante donde apoyarse. Jamás antes los pisé, para qué si fuera solo se escuchaba el ensordecedor trajín de la gran ciudad y se respiraba el humo contaminado de los coches y el transporte urbano.

Desde que vivo encerrada celebro cada vez que pongo el pie en ellos, ahora, a diario: por la mañana, cuando apuro el último sorbo de café frente a los plátanos de sombra que engalanan la calle, aunque en este mes pocas hojas tienen, pero sí unas ramas bien largas que dan sombra en verano; a mediodía, cerveza en mano; a las ocho en punto, a aplaudir con ganas a nuestros héroes, los sanitarios. Otras veces salgo a buscar la luna, pero nunca la encuentro entre tanto edificio alto; cuando acabe esto ya bailaré con ella en otros lados.

Los paseos por el Retiro y pisar la hierba descalza; un viernes en el bar de abajo; la palmeras que de siempre me gustaron tanto, comprar flores, los aperitivos del sábado; un domingo en el Rastro; mi gimnasio; las mariposas, conducir el Mini, los miércoles de cine, un jueves de teatro; mi familia, los amigos. Los besos. Los abrazos. No desesperemos, ya habrá tiempo para todo, también para volver a amarnos: cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches hizo esperar García Márquez a Florentino Ariza. ¿Quién dijo que era fácil dejar de hacer vida normal? Nadie, pero solo haciéndolo volveremos a la normalidad aunque a esta película de ciencia ficción sea bien complicado adaptarse.

No tengo sol, ni mar, pero sí música y la eterna trompeta de Miles Davis para escapar de estos días de zozobra y encierro que día a día me van pesando. Esta mañana, sentada en uno de mis pequeños balcones, mientras la lluvia mojaba mi pelo y también Madrid, he cerrado los ojos y una vez más he vuelto a encontrar en Blue of green la armonía y serenidad que tantas veces en mi vida he buscado en esta balada inmortal convertida en poesía que en solo cinco minutos y medio es capaz de sanar corazones y almas. Probadlo, no falla.

España, Italia, Francia, Bélgica, El Salvador, Venezuela, Argentina… Y ayer por fin Colombia, mi segunda casa a la que iba a volver después de Semana Santa, donde su presidente, Iván Duque, decretó diecinueve días de aislamiento total a partir del martes. Colombia, te extraño y te pienso tanto: ¿cuándo volveré a subir tus montañas, a bajar tus ríos, a nadar tus mares?

Creíamos tener todo controlado, en cuestión de días el mundo se ha ido al carajo y todo lo que no sea vivir como hasta ahora nos parece inaceptable, acostumbrados a tanto.

Florencia, 1348. En medio de la epidemia de peste bubónica, siete mujeres y tres hombres deciden huir de Florencia en un intento de evitar el contagio para refugiarse en una villa campestre donde sobrellevarán el aburrimiento de su aislamiento contando historias. Bocaccio quiso salvar con fantasía los personajes de su Decameron; hagamos nosotros lo mismo con buen humor y mucho arte. Yo hoy, y con acuarelas, pinté mi primer gallo.

Os quiero. Cuidaos.