Encarna limpia las calles de Badalona y ayer los vecinos del Front Marítim le dedicaron una larga y merecida ovación; ella, después de saludar emocionada, rompió a llorar. Lo sanitarios, también los panaderos, los vendedores de periódicos, repartidores, farmacéuticos, personal de supermercados, policías, bomberos. Por todos los que nos siguen cuidando y garantizando el funcionamiento de los servicios básicos salgo todos los días a las ocho en punto a aplaudir desde mi pequeño balcón. También por los mayores de nuestro país que están en situación de riesgo y por Hermann Schreiber, un anciano con alzhéimer que cree que los aplausos de Vigo son para él y sus conciertos de armónica y que me tiene encogido el corazón desde que conocí su historia.

«Voy a dejar de sacar la basura y la voy a poner en internet, ¡como todo el mundo!». La frase no es mía, es de El Roto, siempre tan certero y agudo, y con ironía la suscribo desde la primera a la última palabra. Por favor, que alguien me diga qué aportan las noticias sobre el apocalipsis económico y el recuento de muertos día tras día en los telediarios que, por cierto, por salud mental, dejé de ver hace rato porque me niego a restregarme en el morbo y la desgracia como si fuera barro; a las nueve prefiero ver una película, mejor si es un clásico, y el de las tres también me lo salto. Hay ancianos solos en sus casas que no tienen Netflix ni HBO ni Filmin ni nada de nada y lo único que pueden ver son especiales sobre la pandemia con noticias dramáticas sin parar, 24 horas al día, siete días a la semana; me pregunto si no sería el momento para programar películas, documentales, cualquier cosa que pueda animarles y no deprimirles y asustarles más si cabe cuando Pedro Sánchez acaba de anunciar quince días más de confinamiento.

Tampoco entiendo a toda esa gente que se pasa el día entero criticando y metiendo mala sangre en las redes sociales; más toxicidad no, por favor, que con el maldito virus, que en tres meses y después de su primer brote en China ya ha infectado a 160 países, ya tenemos bastante. Creo que la manera en que muchos juzgan la respuesta a una crisis nunca vivida antes es una mezcla de frivolidad, atrevimiento e irresponsabilidad y me sorprende que mientras yo solo tengo dudas, otros pavoneen. Arrimemos el hombro, coño, ya habrá tiempo de disparar.

Nosotros encerrados, y los canales de Venecia, de un esperanzador color verde aguamarina, repletos de peces; al puerto de Cagliari, siempre hasta arriba de ferries y mercantes, han llegado los delfines, y los pájaros a las Ramblas de Barcelona. Hay ciervos paseando por las calles de Japón y patos silvestres nadando en la Fontana Trevi de Roma. La neblina tóxica se ha esfumado del norte de Italia y Madrid bate récords históricos de baja polución. Si después de esto seguimos siendo igual que antes no habremos entendido nada. Nada.

Hoy El País aconseja limpiar la junta de los azulejos para pasar la cuarentena: los de nuestro baño me temo que se quedarán como están; esta mañana la he echado con Javier aprendiendo los trucos de un buen arroz con pollo. Por cierto, Claudia López, alcaldesa de Bogotá, suspenderá el cobro de servicios públicos durante el mes de cuarentena. A ver si alguien en este país toma nota.

Os quiero. Cuidaos.