Para ganar unas elecciones hay algo mucho más importante que las siglas, el candidato o las propuestas. Lo esencial en una votación es el clivaje. O, si lo queremos ver en términos de comunicación política, el marco.

Me explico. El clivaje es el asunto que polariza a una sociedad entre dos extremos: el campo o la ciudad, izquierda o derecha, monarquía o república, lo público o la iniciativa privada. El marco, teniendo en cuenta lo anterior, son los términos en los que se debate en unas elecciones en relación al asunto que ocupa a los electores en ese momento. Una contienda en la que el eje central de campaña y el debate público sea la economía, por ejemplo, la derecha tendrá más opciones de ganar. En otra en la que el asunto central sean los derechos sociales, la izquierda tendrá un escenario mejor.

Cuando en 2017 el golpe de Estado se estaba produciendo y el procés era monotema (y, por tanto, se convirtió en el marco sobre el que pivotaba el debate público) Ciudadanos, como gran partido hegemónico del constitucionalismo en Cataluña, tuvo su punto álgido en las encuestas.

Cuando en 2014, en plena oleada contra la corrupción, Podemos se presentaba como el partido que luchaba contra la 'casta parasitaria', se convirtió en el partido de moda.

Gran parte del éxito de Pedro Sánchez hasta la fecha ha sido entender que para poder ganar unas elecciones era esencial contratar a alguien que supiera diseñar e imponer marcos. Iván Redondo es esa persona que ahora hace un año transformó el marco de «el Gobierno quiere imponer un relator para mediar con golpistas» en la famosa foto de Colón y «que viene la ultraderecha». Presentarte a unas elecciones como el candidato que ha tratado de igual a igual a aquél que quiere romper España es terrible. Hacerlo como el único que puede vencer a la extrema derecha es un paraguas que abarca todo.

El problema de los marcos es que sólo funcionan a través de percepciones. Y si hay hechos que las transforman, es difícil imponerlos. Cuando llevamos miles de muertos en España por una pandemia mundial que además ha sido pésimamente gestionada, debatir en unos términos ajenos a esos es complicado. Que el presidente del Gobierno aproveche su mitin público en televisión en pleno Estado de Alarma para anunciar que «ha bajado el consumo de queroseno» no responde a su preocupación intrínseca por el medioambiente, sino a que el contraste con las Comunidades autónomas y Ayuntamientos liberales es tan apabullante que necesita, incluso de la manera más burda posible, trasladar el marco 'gestión' (propicio en este caso para el centro y la derecha) al marco 'derechos cívicos', entre los que se encuentra el medioambiente y que, hasta ahora, se identificaban con opciones de izquierdas.

Los ciudadanos españoles se mueren. Desgraciadamente ya quedan menos personas que no hayan padecido el coronavirus directa o indirectamente. Mientras esto ocurre, hay alguien en un despacho en el ala oeste de la Moncloa pensando en cómo manipular nuestra mente para que su pésima gestión nos pase desapercibida.

El tiempo del relato, a su pesar, ha acabado. Que se preparen para las consecuencias.