Resulta que cuando ayer les contaba que yo de mayor quiero ser como esos economistas que se apuntaron a predecir la última crisis de las hipotecas€ cuando ya la sufríamos, estaba hablando del prejuicio de retrospectiva. Esto es, del sesgo que han padecido, entre otros, nuestros hiperpatriotas de Vox como Espinosa de los Monteros (el marido de la precoz arquitecta Rocío Monasterio, prima a su vez de la diputada murciana Lourdes Méndez Monasterio) y que les sirvió para echarle en cara la gestión de la crisis del coronavirus Covid-19 al cariacontecido Pedro Sánchez en la sesión de control al Gobierno del miércoles. Ni más ni menos. Pero no han sido los únicos. El presidente les devolvió la pelota.

Vayamos por partes. En la personalidad del ser humano debe de haber un resquicio siempre para compensar la ignorancia. Ésta no es mala, pero está infravalorada, cuando en realidad tendría que ser lo contrario. En sentido estricto, el prejuicio de retrospectiva se nos define como un sesgo cognitivo que sucede cuando, una vez que se sabe lo que ha ocurrido, se tiende a modificar el recuerdo de la opinión previa a que ocurrieran los hechos en favor del resultado final.

Toma. Lo gracioso del caso es que esto ocurre cuando una vez que conocemos el alcance de un acontecimiento, de un conflicto, de una ruptura de pareja, por ejemplo, modificamos el recuerdo al pensar que siempre creímos saber lo que iba a pasar. Y la miga del asunto está en que esto lo podemos ver, sencillamente, cuando quedan registradas nuestras predicciones y nos damos cuenta de que objetivamente nadie había acertado el resultado antes de conocerlo. Por ejemplo, cuando se rompe el matrimonio de unos amigos, siempre hay alguien que dice que sabía el desenlace desde el mismo día de la boda. Vamos, anda. Así también compro yo lotería.

Pero, claro, en realidad estamos sesgados y condicionados por lo que hemos sabido más tarde de lo que ha acontecido cuando evaluábamos la probabilidad de predicción antes del suceso. Sin conocer el futuro no hubiéramos tomado decisiones diferentes o correctas. Dicen los expertos que se crea así un falso recuerdo en el que las personas humanas pensamos que sabíamos la solución antes de que esta ocurriera. De ahí que el sesgo en cuestión desarrolla una memoria distorsionada mediante la cual llegamos a creer que siempre supimos lo que iba a suceder.

Del #YoMeQuedoEnCasa en este cuarto día echo en falta, eso sí, un poquito de humildad y reconocimiento de que algo no se ha hecho bien. De nuestros gobernantes, de nuestros expertos de todo signo, de nosotros mismos. Con un propósito de enmienda, tras decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. Amén. Que reconocer los errores nos hace más grandes. Que sí, presidente Sánchez Pérez-Castejón, que sí, señor Casado Blanco, que sí, Felipe VI, que no pasa nada de nada por pedir perdón. En nuestro nombre y en el de quienes son mortales y se equivocan. Que nadie nace sabio e impoluto.

Yo voy de ignorante de la vida. Créanme. Yo no sabía que esto iba a pasar. Hubiera calificado de profeta a quien me dijera hace unos meses que iba a tener la oportunidad de volver a sacar las cosas guardadas en una de las cajas sin desembalar de mi último traslado de hace quince años. Que por delante se presentan días y días para ordenar armarios, desempolvar libros, clasificar fotos, reorganizar estanterías, trasplantar macetas, limpiar ventanas, escribir a destajo, leer lo indecible o simplemente saborear el silencio, en pareja o a solas. El sesgo de retrospectiva lo dejo para más tarde.