Si algo nos enseña la crisis provocada por el COVID-19 es quién levanta este país y quiénes son los imprescindibles. Los imprescindibles son en primer lugar todos los trabajadores del sistema de salud pública: médicos, enfermeras, celadores, conductores, limpiadoras€ Son los que hacen frente al virus en primera línea. Trabajan además con medios muy escasos, por culpa de años de recortes y políticas neoliberales que siempre consideraron lo público como un lastre.

Los imprescindibles también son las trabajadores del campo, los transportistas, las autónomos, las limpiadoras, las farmacéuticas, las profesionales de los cuidados, las fuerzas y cuerpos de seguridad€ Ellas y ellos ponen a funcionar el mundo cada día. Ese es el verdadero escudo de España ante esta nueva amenaza.

Pero hay otro elemento esencial, que es el verdadero motor de nuestras sociedades. El Estado. A la hora de la verdad, ante una situación de crisis, el Estado es el que debe contar con todos los medios para defender a su población y garantizar su seguridad y bienestar. Estos últimos años hemos vivido una gran paradoja: los que más han sacado a pasear la bandera del Estado, son precisamente los mismos que lo han debilitado con recortes, privatizaciones y rebajas fiscales a los ricos.

El resultado es éste: mientras el sistema de salud público soporta ahora la embestida del virus, clínicas privadas que han recibido cientos de millones de euros en conciertos se lavan las manos y remiten al sistema público a los contagiados. Mientras tanto siguen haciendo negocio con los tests de coronavirus. Pero la indignación debe dar paso a la acción. Tenemos que recuperar el control sobre los servicios esenciales y aumentar su eficacia.

Ahora son muchos los que ven la respuesta de la República Popular China al virus como un ejemplo a seguir. Se olvidan de algo. Para dar una respuesta como la del gigante asiático, necesitamos un Estado que cuente con todos los recursos para garantizar que la vida y la seguridad de la ciudadanía prima sobre los intereses crematísticos y cortoplacistas. Un Estado fuerte que recupere su papel activo en la dirección económica del país, que proteja los sectores estratégicos y que regule los mercados para garantizar un desarrollo nacional equilibrado e inclusivo.

Se acaban los tiempos de la austeridad. El jueves pasado la ministra Calviño y muchos mandatarios europeos se negaban todavía como pedía Unidas Podemos a incrementar el gasto público, incapaces de comprender la magnitud de esta crisis y sus efectos a medio y largo plazo. Pero el Covid-19 lo cambia todo.

De momento no sabemos si el comercio internacional y el turismo podrán restablecerse plenamente, ni cuánto tardará dicho proceso. Pueden ser años. Para un país que vivía del turismo y los servicios y que ha dejado languidecer su industria, los efectos pueden ser muy negativos si no se empieza desde ya planificar el futuro.

España solo puede salir de esta crisis por el camino de un nuevo modelo económico, que pasa por una reindustrialización que nos haga menos dependientes de países como Estados Unidos o Alemania que, por cierto, en esta crisis nos han dejado de lado. También por importantes inversiones estatales en sectores estratégicos como el de las energías renovables, clave para un mundo que se enfrenta también a otra crisis, la emergencia climática. Cada empleo que se pierda en un sector debe ser recuperado en otro.

Decía Hölderlin que allí donde crece el peligro crece también la salvación. La emergencia del COVID-19 va a ser un punto de inflexión para nuestra sociedad. Puede ser tambien la oportunidad para reconstruir un Estado que vuelva a generar seguridad y certidumbres para la mayoría social.