Qué a punto ha venido el himno del Dúo Dinámico, Resistiré. Antes de que el coronavirus lo resucitara, era la canción favorita de Loli en todas las fiestas familiares. Se lanzaba a cantarla, mientras bailaba dándolo todo, sintiendo cada palabra de la letra. Entonces nos parecía una peculiaridad suya. Ahora, sin embargo, el Resistiré se ha vuelto universal, y tiene más sentido que nunca.

Lo que voy a decirte a continuación no me había atrevido, hasta ahora, a decirlo en voz alta. Sólo lo había comentado con algunas personas de confianza, de las que no temo que me tomen por loca ni que me llamen agorera. Y tristemente, todos me han dado la razón: esto es una guerra. Yo añado 'bacteriológica' aunque, en eso último, ninguno se ha pronunciado. Quizá eso sí que sea un poco exagerado. Pero sí creo que, quizá, esta sea una guerra propia de nuestro tiempo. La revolución digital lo ha transformado todo, y ni siquiera la forma de atacar al enemigo ha escapado de esa transformación. Las guerras evolucionan, como los tiempos. Ya no hay campos de batalla ni balas de cañón. Y nuestro enemigo, hoy por hoy, es invisible a los ojos. El tiempo dirá, cuando sepamos a quién beneficia todo esto, quién o quiénes están detrás de este ataque. En el origen, sólo sabemos que es un virus. Si se ha creado él solo, por una mutación natural, verdaderamente podemos pensar que la Naturaleza se ha rebelado contra nosotros. Pero si estamos ante un bicho fabricado, como he oído decir por ahí, entonces no me cabe duda de que su liberación no se debe a un accidente. En qué cabeza cabe que haya alguien capaz de crear semejante monstruo y que no sea para soltarlo en el momento oportuno, como la bomba atómica en Hiroshima. Los tiempos han cambiado, y la forma de hacer la guerra, también. Esa evolución ha hecho que, ahora, en vez de un francotirador apostado en un tejado, el peligro directo lo represente cualquier transeúnte, amable y aparentemente inofensivo, pero potencialmente letal si te pasa muy cerca. Incluso nosotros mismos podemos ser los kamikaces, sin saberlo. La única forma de neutralizarnos es recluirnos en casa y desinfectarlo todo por si lo hemos contaminado. No nos tocó vivir ninguna de las Guerras Mundiales, ni tampoco 'nuestra' Guerra Civil, pero tras un tiempo afortunado para nosotros, sin conflictos bélicos mundiales, nos ha llegado esto.

El miércoles, mientras comíamos, Elena dijo que hacía justo una semana que todo era normal. Es verdad, al día siguiente, jueves, el mundo empezó a volverse loco, y yo misma les dije que se trajeran del cole todo lo que pudieran, porque aunque el colegio abriera, yo no les iba a llevar. Ella es la que más está sintiendo el vértigo de pensar cuándo volverá la vida normal. Yo le digo que se lo tome con calma. De haberle atropellado un coche, haberse roto una pierna, haber contraído una enfermedad grave o haber sufrido cualquier otra cosa de cierta importancia también le tocaría estar enclaustrada una temporada. La única diferencia es que ahora el encierro es para todos. Los otros dos están en modo vacaciones. Antonio preguntaba el otro día por qué tenía que hacer deberes, todos los días, como si estuviera en clase. Me llevó un rato explicarle que ahora había que mandárselos al profe por mail, hasta que llegara el momento de volver. Pero lo cierto es que estoy convencida, ahora más que nunca hay que insistir en llevar una vida ordenda.

Otra de las cosas que he oído es que el Gobierno es una mierda. Lo dicen así, no soy yo. Qué quieres que te diga, es el que tenemos, y es legítimo: ni se ha impuesto por la fuerza ni ha venido por la gracia de Dios. Lo avalan los millones de ciudadanos que les votaron. Y han hecho lo que han podido, con lo que se han encontrado en el cajón. El día que todos sentimos abrirse la tierra no sólo nos pilló a nosotros en bata, al Gobierno también. No hay más que ver, por ejemplo, la moratoria de pago que han propuesto en las hipotecas: nadie que reúna las condiciones para retrasar el pago habrá tenido la suerte de que ningún banco normal le diese una hipoteca si no llevaba detrás a alguien que le avalase. En caso contrario, a esa hipoteca ya no le hace falta moratoria porque está seguramente ejecutada. Para animarse, quizá las medidas valgan algo, pero en general son un sonoro 'sálvese quien pueda'. En lo demás, el Gobierno no ha cometido ni más errores, ni menos, que los que hubiera cometido cualquier otro Gobierno, de cualquier otro signo, hay que ser realistas. Y lo de la manifestación, qué quieres, es un error de magnitudes colosales, cierto. Pero qué político se habría resistido a no sacar a pasear a su buque insignia. Bastante lo han pagado ya, en sus propias carnes. Y el tiempo no dudes que les juzgará. Pero ahora no es momento de señalar. Es momento de construir.