Vivo en un tercer piso sin ascensor y unas escaleras viejas e interminables. Antes de la cuarentena odiaba con todas mis ganas los sesenta y cuatro escalones hasta mi casa (sí, los he contado), con banco incluido entre tramo y tramo para descansar si es necesario, pero mira por donde esta mañana, cuarto día de mi encierro contra el coronavirus, los he amado. Me teníais que haber visto feliz de la vida bien temprano escaleras arriba, escaleras abajo, pero es que o hago deporte o termino saliendo a la calle y no es plan porque #YoMeQuedoEnCasa.

Y mientras subía y bajaba cual caballo desbocado de la portería al quinto y del quinto a la portería (menos mal que ningún vecino me ha pillado en semejante estado), pensaba en cómo en cuestión de días me ha cambiado la percepción de muchas cosas de mi vida, escaleras incluidas, llevándome a reflexionar, además, sobre todo el tiempo que tengo por delante y cómo aprovecharlo.

Por lo pronto, este diario se ha convertido en mi polo a tierra y obligación diaria, más desde que le di permiso a Ángel Montiel para poder publicarlo. La escritura ha sido desde siempre para mí felicidad y terapia y si desfallezco en este encierro siempre tendré mis palabras que teclearé en mi ordenador para desahogarme y seguir adelante.

Hay que ver lo jodidamente buenos y solidarios que somos en general los humanos. A pesar de que mucha gente recomienda no pasar esta cuarentena enganchados a las redes sociales a mí me distraen, y mucho, y además estoy aprovechando para buscar iniciativas que demuestran que cuando toca hacer piña no hay quien nos pare.

Hace unas horas Albita dejó en Twitter el siguiente mensaje: «¿Me hacéis un favor? Mi pequeño tiene 3 años, es autista y le encantan los animales. ¿Me ponéis fotos y vídeos para que los vea en este estado de alarma? Gracias». Son ya más de 10.000 los mensajes que ha compartido la gente con sus mascotas y el número no para de aumentar; yo le he enviado un chigüiro y una iguana que fotografíe en mi casa de Santa Marta que ahora tanto extraño.

«Somos Maribel y Alberto, tenemos una escuela de yoga y entrenamientos y hemos decidido trasladar toda nuestra actividad a Youtube en abierto para que todo al que le apetezca hacer algo de actividad física en su casa pueda; toca ser solidarios y este es nuestro granito de arena». En otras redes sociales, personal sanitario se ha puesto a disposición para recibir consultas por mensaje privado y hay entrenadores compartiendo circuitos para entrenar en casa. Así, cientos y cientos de casos.

Escribo estas líneas mientras escucho Questa vida loca de Mina, incluida en la bellísima lista de Spotify que Lara López, de Radio 3, generosamente compartió ayer y que nos está acompañando a muchos en estas largas jornadas: En casa, la ha llamado. Questa vida loca sí y, a pesar de todo, maravillosa; aún confinados, sigámosla disfrutando porque, vamos a ver, ¿cuántas veces nos hemos quejado de que no tenemos tiempo para hacer lo que nos gusta? Estamos encerrados, tristemente encerrados, pero vivitos y coleando, y seguro que de la lista de vuestras aficiones muchas pueden hacerse en casa.

Además, para matar la cuarentena siempre nos quedará la cultura: no olvidéis que los museos siguen abiertos en internet y la música, sonando en las redes sociales. Besos y abrazos hay muchos para ver en las películas, ya nos los daremos cuando nos veamos.

Lo estamos haciendo muy bien; hoy el aplauso fue para nosotros de parte de nuestros sanitarios por ayudar a frenar la curva de infectados quedándonos en casa. ¡Bravo!

Os quiero. Cuidaros.