Esta mañana era de sentido común, y hace un par de días que muchos lo venimos haciendo, pero ahora es oficial: el Gobierno ha decretado que España entera tiene que quedarse al menos dos semanas en casa y que solo podremos salir a la calle, entre otras cosas, para comprar alimentos, ir al hospital o acudir al trabajo. Dicen los que saben que para no deprimirse mucho y hacer frente a esta cuarentena coronavírica, que ha puesto el mundo patas arriba y nos tiene a todos tan desconcertados, hay que quitarse por las mañanas el pijama. Soy de las que piensa durante estos quince días de confinamiento seguir todas las recomendaciones a rajatabla, las que me parezcan más sensatas claro, así que escribo estas líneas desde el salón de mi casa vestida de punta en blanco, aunque hoy tampoco vaya a salir a la calle porque #YoMeQuedoEnCasa. Por favor, permitidme aderezar todo esto con un poco de humor, nos quedan por delante muchos días de encierro y si no me río, salto por los aires.

Me preguntan mi familia y amigos que cómo me encuentro en esta Madrid vaciada y sitiada (en nada estará así toda España): hoy, con muchísima rabia hacia todos esos políticos que se tomaron el tema a la ligera, tardaron en decretar medidas y que nos tienen a todos encerrados, acojonados y, a muchos, económicamente ya quebrados. Tiempo habrá para pedirles responsabilidades, prometo que seré de las primeras que lo haga cuando esta pesadilla haya acabado, pero mientras tanto no nos desgastemos con insultos, críticas y malas palabras; rememos todos para el mismo lado, queda mucho esfuerzo colectivo por delante.

La cifra de muertos por el coronavirus ya supera los 5.000 y hay 145.000 casos de contagio en más de 140 países del mundo, además del shock económico que se ha llevado y se llevará por delante a miles y miles de personas afectadas por cierres de negocios y despidos laborales. Obviar estos números sería una desfachatez y una frivolidad por mi parte, pero para esto del coronavirus ya no hay plan B y después del brutal choque, toca adaptarse. Ante la adversidad agudicemos nuestro ingenio, aprovechemos estos días para parar que siempre vamos corriendo, pensar y busquemos la oportunidad de volver a poner en valor la empatía y las relaciones personales.

Buenas conversaciones con los de cerca y los de lejos es otro de los consejos para no entrar en una espiral de locura durante este encierro forzado. Ciuqui es mi amiga desde hace siglos, vive en Murcia y ahora que el maldito virus entró en nuestras vidas hablamos casi a diario, más que antes. Ayer me contaba que Carmen, su hija de 12 años, ha diseñado un programa de veinte actividades para combatir el encierro, cada día un papelito elegido al azar decidirá cuál de ellas llevar a cabo. ¿Y qué tocó hoy? Componer un poema como estos que me enviaron: «Con la familia y la amistad, este encierro del coronavirus es más fácil de llevar»; «Entre las flores, los pensamientos son de colores».

¿Cuándo mi amiga y su familia se habían sentado juntos a escribir poesías? Nunca, y en estos quince días tienen otros muchos retos por delante: probar una receta nueva, componer una canción, imaginar un viaje al pasado, jugar al baloncesto€ ¿Cuándo una de mis compañeras de piso en Madrid había quedado con sus amigas por Skype un sábado por la mañana para hacer deporte? Pues ahí estaba esta mañana, levantando pesas al unísono en el salón y pegando saltos. ¿Cuándo habíamos quedado a cocinar con el vecino un sábado? Jamás, y hoy hemos comido todos juntos macarrones gratinados.

Anoche El Kanka ofreció su primer concierto online de la era Covid-19 para acompañarnos en estos tiempos convulsos, entretenernos y concienciarnos de la importancia de estar en casa. Me lo perdí, pero escuché el de Marwan por Instagram y fue emocionante, dentro del cartel del festival «Hoy me quedo en casa» que continua esta tarde a las seis con un concierto de Javier Ruibal. Si quieres buena música, no te lo pierdas.

La vida, de golpe y sin avisar, nos ha colocado donde menos nos esperábamos y qué paradoja la de estos días en los que ser solidario pasa por alejarse y lo más sensato si piensas en el otro es ni acercarte. Hasta que podamos volver a la normalidad hagamos que la crisis saque lo mejor de nosotros.

Por cierto, esta noche a las diez saldremos todos a nuestras ventanas, terrazas y balcones para aplaudir no solo a los sanitarios sino a todos los que están trabajando desde hace días, y por todos nosotros, sin descanso y que son los verdaderos héroes de todo este disparate.

Os quiero. Cuidaos.