En su web se define así: «La Asociación Española de Abogados Cristianos es una asociación civil de ámbito nacional fundada en el año 2008 que defiende en el ámbito jurídico los valores inspirados en el cristianismo. Entre nuestros fines se encuentra la defensa jurídica de la libertad religiosa, de la vida, la familia y de todos los ciudadanos que ven lesionados sus derechos y libertades por razón de su fe». Y esto último, ya llama la atención al decir eso de «todos los ciudadanos que ven lesionados sus derechos y libertades por razón de su fe», porque yo no creo que en este país nadie pueda sentirse perseguido por esas cosas ni por otras.

Este colectivo alcanzó especial notoriedad cuando le hizo el juego a Willy Toledo, ese actor canario con no mucho trabajo en su profesión, especialista en meterse en los más variados charcos, que parece tener una obsesión por la blasfemia soez y desvergonzada, poniéndole una querella que han perdido (pueden recurrirla), porque la magistrada que le ha juzgado solamente ha visto en sus palabras lo que todos percibimos en Willy Toledo, un deseo enorme de ser el perejil de todas las salsas y una incontinencia verbal que le hace decir las más variadas sandeces, al margen del odio que le tenga a la Iglesia católica y a ciertas celebraciones, que quizás se lo tendría que hacer mirar, pero eso debería de ser solo su problema.

El caso es que la responsable del Juzgado de lo Penal número 26 de Madrid, Sonia Agudo Torrijos, ha absuelto al actor de los delitos de los que le acusaba la Asociación de Abogados Cristianos, que lo llevó a juicio. La magistrada, como no podía ser de otra manera, reconoce «la falta de educación, el mal gusto y el lenguaje soez utilizado por el acusado», pero insiste en que este estilo que «caracteriza sus publicaciones» no acredita que el lenguaraz actor (lo de lenguaraz es mío) haya incurrido en un delito.

Y es lo que piensa cualquier persona sensata. Que el señor Willy Toledo tenga una manera de hablar tan vulgar, tan arrabalera (al parecer tiene un problema de defecación porque siempre tiene ganas de hacerlo), solo le retrata a él, porque cuando alguien suelta determinadas expresiones contra la Iglesia, contra Dios, contra la celebración del Día de la Hispanidad, sin ton ni son, de manera poco lúcida y muy logorreica, el que queda en ridículo es él. Al que no es posible tomar en serio es a él, porque sus intervenciones están más cerca de la astracanada que de la lucidez. Es él quién llama la atención por mostrarse como persona de escaso fundamento, pero nadie tiene el derecho a juzgarle porque sus palabras incomoden o nos hagan sentir mal. No lo escuchemos (me niego a reproducir aquí las tontunas de Willy), pero nadie ha de tener la potestad de convertirse en guardián de las buenas costumbres, porque eso está muy cerca de la inquisición. Que dediquen sus energías a guardar las 'buenas' costumbres en su casa, con sus hijos, con su familia, pero no tienen ningún derecho a inmiscuirse en la forma de hacer, aunque sea maleducada y obscena, de los demás.

Hay quienes dicen que el actor no se atrevería a decir nada ofensivo sobre Alá. Pues bien, yo estoy segura de que no lo hace, no porque esto sea más comprometido, no, es que, mal que le pese, tiene la educación que tiene, judeo-cristiana, y le sale lo que piensa que puede ofender. Es hijo del doctor José Toledo González, uno de los pioneros de la cirugía torácica en España, y estudió en Estados Unidos. Ya ven, lo que llamamos un niño bien. Como la mayoría de los abogados que forman parte del colectivo que le denunció. Un colectivo con la sensibilidad tan a flor de piel que puede sentirse ofendido por todo, y por todos, y que si quisiera colapsar el funcionamiento de los juzgados (lo que les sobra a éstos es trabajo), podría conseguirlo porque su imaginación no tiene fin a la hora de percibir ofensas, sobre todo, religiosas