La manifestación matutina del pasado 8M contó con la presencia de la vicepresidenta, Isabel Franco, y de algunas destacadas representantes del PP, lo que encierra en sí mismo una importante contradicción, de la que imagino serán conscientes? o no. Y es que, al igual que en otros ámbitos de la vida como la salud, la educación o el trabajo, la clase social importa y, en la lucha feminista, también.

Esta lucha por la igualdad y contra la violencia de género no puede separarse de las luchas contra la precariedad laboral que sufren muchas mujeres, contra la brecha salarial y laboral o por la socialización de los cuidados y la defensa de los servicios públicos (cuestiones todas ellas resultantes de las políticas neoliberales que partidos como el PP o Ciudadanos, también Vox, defienden). No es casualidad que el 73% de los empleos temporales los ocupen mujeres o que el 61% del paro en nuestra región sea femenino.

Patriarcado y neoliberalismo, son dos caras de la misma moneda indisolublemente unidas. Por ello, la lucha feminista tiene un componente ideológico de clase opuesto al neoliberalismo, por mucho que la moda de la transversalidad política se empeñe en querer disimularlo.

Pero, además, cuando se tiene la responsabilidad institucional de las políticas de Igualdad y de Prevención contra la Violencia de Género, no se puede estar contra la violencia machista y no incluir en la nueva ley de Servicios Sociales la protección de las víctimas como un derecho subjetivo; no se puede estar a favor de la igualdad y a la vez justificar, siguiendo los dictados de la ultraderecha, el veto parental a la labor del profesorado que intenta fomentar este principio fundamental en su tarea educativa. Y no se puede ser la responsable de impulsar las políticas de igualdad y de prevención de la violencia machista y, a la vez, recortar los presupuestos en estas materias.

Porque el programa de Igualdad presenta un recorte de más del 9% y el de Prevención contra la Violencia de Género un 10,2%, casi trescientos mil euros menos que en 2019, camuflados entre las aportaciones del Pacto de Estado que incrementa ampliamente los fondos transferidos en esta materia. Pero incluso con la aportación estatal, los presupuestos de la señora Franco distan mucho de aquellos ejecutados por el Instituto de la Mujer en los años anteriores a la crisis. ¿A quién quieren engañar?