Hace unos años, en plena guerra entre las operadoras de telecomunicaciones y las Plataformas en Internet, Telefónica anunció un proyecto para que los usuarios tuvieran pleno conocimiento y control de los datos personales que cedían gratuitamente. La idea quedó en nada, como demuestra el hecho de que no se haya vuelto a oir una palabra del proyecto, y no parece que Telefónica, propietaria de la mayor parte de la red de fibra óptica en nuestro país, ni ninguna otra operadora, estén por la labor de reiniciar esta batalla.

El proyecto fue probablemente fruto de la envidia que se siente al ver cómo compañías como Google, Facebook o Amazon, fundamentalmente, se están forrando con la invasión de la privacidad de sus usuarios, por más multas y amenazas que sufran por parte de las autoridades europeas y estadounidenses. Probablemente Teléfonica fantaseó solo por un momento con la posibilidad de crear una Plataforma para informar a los usuarios de los datos que cedían a estos gigantes de Internet y otorgarles la posibilidad de bloquearlos completa o parcialmente.

Dicen los expertos que los datos son el nuevo petróleo de la economía digital, y quien tenga acceso a esos datos podrá hacerse inmensamente rico, como le está sucediendo por otra parte a Facebook y Google, que los utilizan para aumentar la eficacia de la publicidad que ponen delante de sus usuarios, mejorando así la rentabilidad de las campañas. Es curioso ver cómo las dos grandes compañías de la era digital que no basan su negocio en el aprovechamiento de los datos personales, Apple y Microsoft, se han convertido en adalides de la defensa de la privacidad personal. Son las dos únicas que no comparten el cínico principio que circula por Silicon Valley que dice que «la privacidad está sobrevalorada».

Un reciente estudio realizado por el Technology Policy Institute, un think tank de Estados Unidos, en seis países de diferentes partes del mundo (Estados Unidos, Alemania, Méjico, Brasil, Colombia y Argentina) evalúa mediante una encuesta, la cantidad de dinero que los usuarios considerarían justo cobrar para ceder sus datos personales. Es curioso ver las grandes diferencias entre alemanes y norteamericanos en este aspecto, que reflejan el diferente valor que dan a la privacidad los ciudadanos de los respectivos países. Los alemanes no venderían sus datos de contacto personales a las Plataformas por menos de ocho dólares al mes, mientras que los norteamericanos los cederían por 3,50 dólares, o sea, menos de la mitad. El estudio diferencia y precisa las cantidades que pedirían los usuarios en función del tipo de información, siendo la más valiosa la información de su estado financiero, y la menos valiosa la de su geolocalización precisa en un determinado punto del espacio. La gente se conformaría con 1,80$ por compartir esa información con las Plataformas. La realidad es que los usuarios reciben un cero patatero por su información personal. La pregunta es cuánto va a durar esa situación.

El año pasado entró en vigor la Ley General de Protección de Datos a nivel europeo, con el sano propósito de obligar a las compañías que viven de tus datos, o que se aprovechan comercialmente de ellos, a obtener el consentimiento explícito de los usuarios para su uso. La realidad es que Google, Facebook y Amazon (la otra de los Big Five que explota a conciencia los datos personales) se pasan cada día literalmente por el arco del triunfo la normativa europea. Lo que sí hacen es obligarte a aceptar expresamente sus Términos y Condiciones y comunicarte en algunos casos que puedes acceder libremente a los datos que comparten con los anunciantes. Las compañías confían en la pereza de los usuarios y su indiferencia a la hora de ceder realmente sus datos.

Porque una cosa es lo que responde la gente, a la hora de preguntarles directamente por la importancia de su privacidad, otra cosa es lo que hace cuando está utilizando una app de navegación, por ejemplo. Como en tantas otras cosas, los consumidores nos comportamos de forma esquizofrénica, afirmando una cosa y haciendo a continuación la contraria sin inmutarnos lo más mínimo. Para aumentar la confusión general, las autoridades competentes se hartan de poner multas astronómicas a Google y Facebook (siempre dejan fuera a Amazon, olvidando que una cada vez mayor parte de su negocio consiste en vender los datos de las preferencias de sus usuarios a terceros), que al final son recurridas quedándose en nada o en mucho menos, y que apenas hacen mella en su cuenta de resultados.

La realidad es que es una batalla perdida, como es la del rechazo a la publicidad en general en cualquier medio y soporte, analógico o digital. La publicidad es intrusiva por definición, pero nos acostumbramos a ella inmediatamente porque no queremos renunciar al acceso gratuito o a bajo precio a los contenidos o servicios que nos proporciona. Sucede con la televisión generalista, sucede con los periódicos impresos (subvencionados por la publicidad pero con una viabilidad más que cuestionada por sus propias versiones digitales gratuitas) y sucede con las múltiples apps que tenemos instaladas en el móvil, que no han costado nada a base de admitir publicidad dentro de la app.

No existe la comida gratis, dicen los angloparlantes. ¿Pero cómo pagamos el precio cuando no pagamos en dinero?. La respuesta es que la moneda con la que pagamos es nuestra atención, que es lo que necesitan los soportes para vendérselos a sus anunciantes, directamente o a través de las agencias publicitarias especializadas en la compra y planificación de medios publicitarios.

Lo que acabamos de descubrir en la era digital es que contamos con otro capital a nuestra disposición que en realidad sirve para optimizar la gestión de nuestra atención haciéndola más rentable para los anunciantes (y de paso para los soportes en los que se insertan los mensajes comerciales o políticos): quiénes somos y cómo nos comportamos en relación a los intereses de los anunciantes.

Igual podríamos empezar a cobrar por nuestra atención y por nuestros datos personales. Cuenta las apps gratuitas que tienes instaladasen tu móvil y haz una estimación. ¿O igual esas apps nos están pagando ya en forma de contenidos y servicios de valor añadido?.