Muchas veces ni los que estamos dentro de este mundo del Derecho y las leyes entendemos algunas cosas. Me suenan a física cuántica o a piedras metamórficas. La libertad de expresión en este magnífico y congruente país nuestro prima por encima de casi todo. Y si no, llega Europa y nos recuerda que esa libertad se encuentra más allá que las estrellas y el mar infinito. Acuérdense que nos dijo que quemar la foto del Jefe de Estado de España, en aquella época era el fiel rey Juan Carlos I, estaba dentro de la libertad de expresión de los ciudadanos. O cuando le gritaron en el Parlamento vasco; se consideró que se enmarcaba dentro de las manifestaciones públicas de sentimientos.

Recientemente el Tribunal Constitucional ha confirmado una sentencia del Tribunal Supremo que prohíbe o veta que los medios publiquen fotos de Facebook sin autorización de la víctima. Sucedió que un medio de comunicación obtuvo y publicó informaciones sacadas de las redes sociales sin autorización. Ha dicho textualmente, para que vean qué lenguaje más expresivo y entendible usamos los juristas cuando nos lo proponemos: la información esta inmersa en «una maraña de cláusulas contractuales contenido en un prolijo y extenso documento alojadas en lugares del sitio web de difícil acceso para el usuario y difícil comprensión para quien carezca de conocimientos jurídicos y tecnológicos».

Por otra parte, el mismo Tribunal revoca una sentencia del Supremo que castigó con un año de prisión al líder de la banda Def Con Dos (César Strawberry) por decir en Twitter «cuántos deberían seguir el vuelo de Carrero Blanco», «el fascismo sin complejos de Aguirre me hace añorar hasta a los Grapo» o «a Ortega Lara habría que secuestrarlo ahora». Pues qué quieren que les diga, será porque lo he sufrido en mis propias carnes, pero creo que esos comentarios son bastante más que ‘aspectos reprobables’ en referencia al terrorismo «como forma de acción política» (?), como dice la sentencia.

Otra absolución reciente es la de Toni Albá al socaire también de la libertad de expresión, cuando dijo sobre la magistrada Carmen Lamela que «le gusta tanto la mierda que Carmen lame la mierda a gusto» y en relación a los Cuerpos de Seguridad del Estado, «miembros de una banda terrorista del Estado».

Eso también es libertad de expresión, siguiendo la ruta europea. Esa misma que acoge mítines de Puigdemont como un líder injustamente tratado, y no como un prófugo de la Justicia española. Claro que si Torra es interlocutor a pesar de estar inhabilitado, qué respeto le vamos a pedir a Europa que nos tenga.

La última sentencia es sobre el actor Willy Toledo, quien tras cagarse en Dios y la Virgen y pasar de las citaciones judiciales, ha sido absuelto, tanto por atentar a los sentimientos religiosos como por desobediencia, ya que esas cagadas son amparadas por el Derecho constitucional de dos libertades, la de expresión y la de pensamiento.

En consecuencia, las expresiones, aunque hablen de terrorismo, de secuestrar a alguien o de cagarse en los sentimientos religiosos de una mayoría de la ciudadanía son libertad de expresión y pensamiento. Pero la publicación de una imagen en Facebook sin consentimiento de la víctima o efectuar un simple retuiteo, puede ser condenable. Y es que el Derecho, a veces, es una ciencia tan inexacta como el propio ser humano, al que va destinada.