Se está haciendo un esfuerzo para que la mujer participe en el conjunto del poder y también es cierto que ella sobresale claramente cuando se le da la misma oportunidad que al hombre. Sin embargo me sorprende sobremanera las enormes lagunas que existen todavía, y pasan desapercibidas porque las hemos llegado a interiorizar. Me refiero a la explotación sexual, trata de mujeres o la utilización fraudulenta y engañosa de la mujer que aún no está en el horizonte a erradicar o paliar ni tan siquiera a abordar en el debate político y jurídico en el caso de la prostitución.

Muchas de las que hoy son prostituidas han tenido que dejar sus casas, sus pueblos y ciudades por la violencia de las guerras, por la persecución política o religiosa, por catástrofes, etc. Algunas tienen que huir de su país y se convierten en refugiadas, como las miles de sirias que llegan a Europa u Oriente Medio. Todas sufren situaciones de vulnerabilidad; no sólo por su condición de refugiadas sino por cuestión de género experimentan estos riesgos que, por cierto, no acaban cuando llegan al lugar que suponían seguro.

Las organizaciones que trabajan sobre el problema alertan de que estas migrantes sufren violencia, agresiones, explotación y acoso sexual en todas las etapas de su viaje, también dentro del territorio europeo. Se sabe que la explotación sexual se produce a través de la pornografía, el matrimonio forzado, la esclavitud sexual, los espectáculos eróticos, la explotación laboral y, sobre todo, la prostitución (La migración en la Agenda 2030).

Hay datos tristes que reflejan la crueldad que la sociedad ejerce contra las mujeres cuando son usadas así y, sin embargo, existe una clara tibieza a la hora de abordar la cuestión y penalizar a quienes consumen y se aprovechan de cualquier tipo de prostitución, que casualmente son hombres. No termino de creerme que tras evidenciarse la explotación sexual de niñas, en centros de acogida, de todos conocido, máxime cuando es el Estado el que ejerce su tutela, no se haya abierto ya una investigación al respecto.

Recordemos que la invisibilidad del putero está vinculada a su posición de hegemonía tanto en la sociedad como en la institución. En la puta se refleja todo lo que para muchos no debe ser una mujer; sin embargo, los hombres quedan justificados (siempre ha sido así, qué les vamos a hacer; es una necesidad....) ¡Puag!

El hecho de que se atribuya a las mujeres prostituidas lo negativo y a los demandantes no se les penalice socialmente tiene que ver con la posición de poder que ejerce el hombre en la sociedad. Una gran parte de las mujeres en prostitución beben y toman drogas antes de los encuentros sexuales para poder sobrellevarlos. El asco y el malestar invaden la vida de estas mujeres y llama la atención cómo estas cuestiones son definidas en los instrumentos legales desde un punto de vista objetivo y lamentablemnte impermeable a las cuestiones de género.