Lo bueno que tienen los artículos de opinión es que no han de ir ligados necesariamente a la actualidad. Y este privilegio lo voy a utilizar para hablar de un algo que ocurrió el 12 de este mes, porque no resisto la tentación de volver al indignante ejercicio de racismo que la alcaldesa de Vic, diputada de JxCAT, Anna Erra, nos ofreció a todos (a los españoles también, mal que le pese) en su intervención en el Parlament catalán cuando soltó aquello de que «hay que poner fin a la costumbre de hablar en castellano a cualquier persona que por su aspecto físico o por su nombre no parezca catalana».

Pues ya salió. Al parecer los catalanes (los de verdad, según ella) son una raza que se distingue del resto. Y ante tamaña barbaridad, ante el revuelo levantado, la señora Erra se disculpó, pero lo hizo poquito, porque su discurso lo llevaba escrito, lo leyó íntegramente, lo que demuestra que no fue improvisado, que no fue un calentón ante el momento que estaba viviendo. No, ella se lo tomó muy en serio, porque en el mismo Parlamento también habló de los catalanes 'autóctonos', es decir, 'los de verdad', en contraposición a esos catalanes con los que los independentistas de cuna (supongo que para ellos Rufián será otra cosa) cuentan en campaña electoral hablando, cuando se refieren a ellos como 'los otros catalanes', como acostumbraba el señor Pujol. Expresión meramente electoral, que no le impedía ser el autor de textos despreciables sobre la supuesta inferioridad de aquellos charnegos que llegaron a Cataluña para hacer los trabajos más modestos y peor pagados, para levantar una tierra que siempre los despreció, y para darles unos hijos que, para hacerse querer, les han salido más independentistas que nadie, porque es la única manera de que les admitan en una sociedad cerrada y excluyente como la catalana.

Ya ven, el tiempo pasa y algunos y algunas permanecen anclados en el pasado, utilizando los mismos términos que los que les precedieron en el odio a lo español y en la creencia de su superioridad racial y moral, porque ya en 1887 un personaje como Gener Babot hablaba de los catalanes (del Ebro al Pirineo) como una raza aria, y de los españoles, es decir del Ebro para abajo, como una raza semita, presemita y aun mongólica (gitana). Claro que cuando ocurrió lo que ocurrió en Alemania, los independentistas catalanes se ocuparon muy mucho de silenciar sus escritos porque ese tufillo antisemita no les venía bien. Y todo ello, presentándose como un pueblo respetuoso con las ideas, acogedor para el forastero (siempre que no sean españoles, al parecer), hablando de ese seny que no acabamos de percibir en los últimos tiempos. Porque es muy difícil hacerlo cuando se advierte en todo el nacionalismo catalán un creciente racismo antiespañol.

Y si alguien piensa que esa xenofobia, ese racismo, solo procede de la derecha de la alta burguesía a la que, por ejemplo, pertenece Nuria de Gispert, quien cuando era presidenta de Cataluña se permitió enviar a Arrimadas 'a su pueblo' (arrimadas nació en Cádiz) calificándola de 'inepta e ignorante', se equivoca, porque en JxCAT muchas han sido las voces a las que se les olvidó el seny a la hora de hablar de los españoles.

Pero también ERC, un partido supuestamente de izquierdas en el que Carmen Forcadell se permitió, en 2014, negar la condición de catalanes a todos los votantes del PP y Ciudadanos, y donde Junqueras ha dejado algún escrito en el que refleja un antiespañolismo de opereta, diciendo que los catalanes están más próximos, genéticamente, a los franceses que a los españoles.

No, el racismo hacia los españoles no es algo que se dé solo en los esperpénticos escritos de Torra, es algo que subyace en todo el independentismo catalán, con una ausencia total de seny. ¿O es eso el seny?