No ha pasado ni un solo minuto sin que piense en ti.

No ha pasado ni uno solo de estos días sin sentir que te quiero un poco más.

Ni un solo momento se ha esfumado sin esta necesidad mía de estar contigo, de besarte a cada rato, de que me abraces y de que me digas que todo va a salir bien, que siempre vamos a estar juntos, que nunca me dejarás de querer. Necesito que me regales el oído y me des tu palabra y cumplas tu promesa.

Ni una sola noche he pasado sin esperar tus buenas noches, sin anhelar dormir contigo, sin desear un milagro. Ni una sola de estas noches ha pasado sin que duerma abrazada a tu camiseta y a tu recuerdo.

No, no creo en el azar ni en la suerte ni en el karma ni en el destino. No creo que nada esté escrito ni que suceda siempre lo que tiene que suceder. No creo en el pensamiento positivo ni en visualizar o proyectar aquello que quieres que ocurra. No creo en la mala ni en la buena suerte. No creo que los buenos siempre ganen ni que los malos la paguen al final.

No creo que el que la siga la consiga. No creo que el cántaro de tanto ir a la fuente se acabe rompiendo ni se acabe llenando. No creo que detrás de un paso vaya siempre otro ni en que no haya que mirar atrás. No creo que siempre haya que seguir hacia adelante ni que baste con tomar impulso para poder saltar. No creo que haya que tocar fondo para que suene esa canción que te saca a flote.

No creo en nada. No creo en nadie. No creo en nada. No creo en nadie. No creo en mí. No creo en ti. No creo.

No creo que nuestro final estuviera escrito. No puedo creerlo, no lo creo. Yo creí en ti mucho tiempo, todo el tiempo, diría yo. Creí también en mí, a ratos. Tenía miedo, es cierto, pero me hiciste confiar en ti, creer en mí contigo. Creer en mí. Creí en mí.

Y ahora estoy haciendo todo aquello que me dije que nunca haría por nada ni por nadie. Estoy tirando mi dignidad a la basura, me estoy humillando, como prometí mil veces que nunca haría.

Paso por tu calle y me escondo en tu portal, ese que por un tiempo me estuvo prohibido, ese en el que tantas veces nos besamos después. Llamo a tu teléfono sin obtener respuesta y te envío mensajes que no quedan ni siquiera en visto, hasta comprobar, finalmente, que mi contacto ha sido bloqueado. Y voy a buscarte a la salida del trabajo y trato de verte a la entrada y te espero sentada en el bordillo, junto a tu coche, aparcado y cubierto de polvo.

Y me duelen los brazos de no estrecharte y me matan los abrazos que no te di. Me duele la boca de llamarte y la carne de los labios de no besarte y me duelen los besos que no sellé. Me ahogan los te quieros que se ahogan en mi garganta y los que nunca pronuncié.

Y me humillo una y otra vez y me arrastro y suplico y rezo a un Dios, en el que ya no creo, un dios que se ríe de mi fe, y te rezo a ti y a la que fui contigo y te busco y te busco y te busco, sin comprender que nada es para siempre y que todo tiene fecha de caducidad, excepto este dolor; que las promesas se hicieron para romperlas y las ilusiones para pisarlas en los charcos; que las flores se plantaron para que mueran en jarrones equivocados y que tú ya no volverás, que tú nunca volverás ni estarás conmigo porque tú ya no perteneces al mundo de los vivos.