El reciente documento del papa Francisco, Querida Amazonia, ha levantado mucha polvareda en los mentideros eclesiales. Muchos esperaban cambios radicales en la configuración de la Iglesia católica, especialmente en el ámbito del celibato y del sacerdocio femenino. Otros temían que el Papa osara cambiar una norma que creen sagrada y piedra sobre la que han fundamentado toda su oposición al actual papado: el celibato sacerdotal, como si en ello se jugara el todo o nada de su ser eclesial. Para estos últimos, si se da la opción de sacerdotes no célibes se rompe con una ley divina que asegura la esencia de la Iglesia. Estos han convertido lo que es una realidad histórica concreta, por tanto contingente, en algo sustancial del ser eclesial.

Que existan sacerdotes es una concreción histórica y que éstos sean varones célibes es otra. Nada hay en esto que sea sustancial a lo católico. Sin embargo, y ahí estriba el fundamentalismo, han convertido algo contingente en lo necesario y ahí han construido su fortín. Por eso, tras el documento papal, creen haber ganado la guerra, porque en el documento nada se dice de ordenar varones casados ni mucho menos mujeres. Cantan victoria demasiado pronto. La guerra es mucho más larga que ellos creen y la tienen perdida.

Los autodenominados como progresistas se han visto dolidos por este documento, por lo que omite, algunos incluso por lo que llega a decir del sacerdocio. Es cierto que muchos aprecian el lenguaje cercano, la preocupación por la naturaleza y por los pobres, la belleza de la expresión y que es un texto utópico, al estilo de un Luther King (I Have a Dream), con sus cuatro sueños sobre la Amazonia. Sin embargo, se han cegado ante lo que entienden que es la pieza clave: el Papa no ha dado permiso para la ordenación de varones casados ni de diáconas en la Iglesia. La sensación de derrota es generalizada, porque muchos, y muchas, piensan, pensamos, que ya es hora de que la Iglesia abandone posiciones machistas y patriarcales que no tienen ningún fundamento teológico ni sociológico. Es hora de que el clericalismo sea abandonado de manera radical y de que la Iglesia sea más una comunidad que camina junta, hombres y mujeres, que una estructura piramidal estratificada, con castas de seres superiores que gobiernan al populacho.

Lo que ni unos ni otros ven en este documento es que se trata de una bomba de relojería eclesial. Es la primera vez que un papa emite un documento en el que expresamente dice que quiere «presentar oficialmente el Documento» que da origen a la Exhortación Apostólica. En aquel documento, el que expone las conclusiones del sínodo, se pide que se ordene varones casados y el diaconado femenino estable, con reconocimiento episcopal.

El Papa emite un documento, no para sentar cátedra, sino para pensar y reflexionar sobre lo que el sínodo le ha propuesto. Dicho de otro modo, el Papa reconoce que ni él ni la Curia tienen el conocimiento para tomar medidas para la Amazonia y abre el debate para que se tomen. Estoy convencido de que esta nueva manera de ejercer el ministerio desembocará en que algún obispo ordene a varones casados y a mujeres en la Iglesia. Es ya solo cuestión de tiempo.