Salir de tu entorno, observar, conocer, hablar con la gente, sin duda es una de las experiencias más enriquecedoras que cualquiera podemos tener.

Viajo por trabajo, me considero una privilegiada por disfrutar con lo que hago y si encima me permite descubrir la gastronomía, tradiciones, costumbres de otros lugares, pues qué quieren que les diga, me parece una gozada.

Visito últimamente País Vasco y Navarra. Quizás muchos de ustedes piensen que, por mi apellido, he nacido por arriba, pero no. Nací en Lorca, aunque no viví nunca allí, pero siento algo que no puedo explicar hacia la Ciudad del Sol que espero mantener de por vida.

Hoy quiero hablarles de raíces, de identidad, soy consciente de que me van a caer por todos lados, vaya por delante que es mi opinión y les pido que no se cojan todo lo que aquí lean con papel de fumar. Dicho esto, hace unas semanas reflexionaba en la ciénaga de twitter sobre cómo creo que en Euskadi y Navarra viven en 2050, no vean la que me cayó. Las comparaciones son odiosas, no vengo aquí a eso, pero las evidencias hablan por sí solas, déjenme que me explique y después saquen sus propias conclusiones.

Quizás para que me entiendan un poco mejor deben saber que no siento arraigo a una tierra concreta. Murcia ha sido mi casa y lo sigue siendo, mi familia está aquí, pero yo siempre he vivido y vivo con una maleta hecha, prefiero quedarme con lo bueno de cada lugar donde la vida me va llevando. Vivir y descubrir el norte ha hecho que mi opinión sobre esta tierra y sus gentes haya cambiado con el paso del tiempo. Cuando era niña iba a Llanes (Asturias) a visitar a la familia paterna. Ya siendo un mico me llamaba la atención el servicio, la educación, en los sitios que frecuentaba; después, la política hizo que descubriera un País Vasco feo, tuve miedo, mucho miedo, gente me protegía y acompañaba a lugares que visitaba. Más tarde, en tiempos en los que compartía mi vida con alguien, el Paleolítico€ y viajábamos con perro cuando era todavía una rareza. Visité Guernika y lugares del interior oscuros en los últimos años del miedo. Y es ahora cuando cualquier tiempo pasado fue eso, pasado. Estar en Irún estos días y pensar en otros tiempos, pensar en Borja Semper y el escalofriante relato de cómo salvó su vida la mañana en que iban a atentar contra él por ser concejal del PP, pensar distinto. Esto no se olvida, ni mucho menos, pero al volver al País Vasco te das cuenta de que no se puede vivir de los momentos manchados de sangre a pesar de que algunos se empeñen en ello. Hablen con sus gentes, ahora, hoy, y entenderán muchas cosas, créanme.

Al margen de mi parte emocional les voy a dar unos datos por los que creo en el Norte tienen una conciencia social diferente: el País Vasco tiene casos de corrupción, vale, pero que ustedes pueden contar con los dedos de una sola mano. Navarra no tiene ningún cargo público investigado o juzgado por casos de corrupción, repito. Ninguno. El 87% de la población del País Vasco y Navarra tienen una conciencia medioambiental que ríete tú de Greta, y están comprometidos con su entorno.

Si hablamos de su identidad, Euskadi o Navarra tienen un respeto y valores que admiro sobre quiénes son. Su cultura y tradiciones las respiras por cada rincón y van más allá del estereotipo que muchos piensan. Entiendo de alguna manera que no se sientan parte de nosotros. Suena a burrada, pero, de verdad, intenten entender lo que les digo. El entorno es de todos, lo cuidan y conservan, y para mí es de envidiar.

Ahora hablemos de la Región de Murcia. No les voy a enumerar los casos de corrupción y no hablo de gaviotas o rosas, hablo de todos y no hace falta que les enumere cuántas causas abiertas tenemos por prevaricación, adjudicaciones a dedo y un largo historial de delitos de mangoneo, donde lo de todos unos cuantos se lo han llevado muerto. ¿Hablamos de medioambiente o de conciencia social de respeto al entorno? Nos pasamos por el forro todo. Porque si no nos afecta en nuestra casa, lo que pase más allá de la verja de nuestra parcela nos importa un pito. Porque lo mío es mío y lo del vecino me da igual. Porque nuestra identidad es la marinera, el paparajote y la cerveza. Porque cada año hemos vendido algo distinto al exterior: un año, Caravaca Jubilar; otro, el litoral; otro, turismo de interior, y vuelta a empezar.

Ahora el Mar Menor nos duele, ahora todos recordamos cuándo cogíamos berberechos con las manos, había caballitos de mar y el agua era turquesa, ahora que es el Mar Muerto. Un atentado medioambiental de este calibre en el norte nunca habría sido permitido, la protección de la laguna y su ecosistema habría sido compartida por ciudadanía y Administraciones. No sé si me están entendiendo, creo que no, y espero el linchamiento murcianil en 3,2,1. Pero ojalá sean capaces de ir más allá y hacer autocrítica. Nuestros mayores intentaron dejarnos en herencia su manera de entender la vida y nosotros, lejos de proteger esa identidad, nos la cargamos. Quitando la celebración del cumpleaños de Juan Rita ¿me podéis decir qué hacemos por proteger los trovos o darlos a conocer en nuestras escuelas? Ah, que para esto también habrá que firmar un papel para que nuestros hijos conozcan la historia (ironía, que veo a las ordas de ofendiditos).

Fuimos Costa Cálida en los 80, después una Región No Typical, ¿y ahora qué somos? Pregunto.

No digo que seamos una Región que no tiene riqueza cultural; al contrario, es la gran desconocida, la de amigos que han venido a visitarme a pasar el fin de semana y han alucinado con la riqueza gastronómica, el Parque natural de Calblanque€ Pero ¿cuál es la identidad que engloba todo lo que somos, fuimos y seremos?

Lo que tengo claro es que ahora somos una caricatura que nos sitúa en la pole de los chistes o a la cabeza de la indigencia intelectual con ediles que dicen burradas sobre la libertad de cátedra o el pin parental de las narices, y podría seguir. Somos mucho más que todo esto, y deberíamos de protegerlo, defenderlo y gritarlo a los cuatro vientos, sin complejos, como mis paisanos del norte que tienen personalidad, identidad y defienden y cuidan lo suyo como propio.

No seamos egoístas, no está todo perdido, respetemos nuestro entorno, seamos responsables, miremos más allá de nuestro ombligo, de nuestra casa, de nuestra parcela. Porque lo mío es nuestro.