No hay nada tan educativo como que los niños puedan ir al colegio andando. O en bicicleta, o en patinete. El hecho de acceder a tu centro educativo sin haber sido trasportado en coche, con un paseo que inicia el día en compañía de tus padres, tus compañeros, un tutor de grupo, o incluso en soledad si el itinerario es seguro y ya vas teniendo edad para ello, es un acto fuertemente pedagógico en su propia esencia.

Algo tan sencillo como ir al colegio a pie marcó, seguro que en positivo, la infancia de muchos niños de pueblo como yo mismo. Puede ser que lloviera o hiciera frío en invierno, pero trascurriendo al cole trascurría en paralelo la vida y todo lo que la calle y el aire libre le ofrece a un cerebro infantil aún en construcción.

Ahora las ciudades son enemigas radicales de ir al colegio a pie. A veces, lo más comprensible, por la lejanía entre los hogares y el colegio en este modelo de vida metropolitana que nos estamos dando. Más de quince o veinte minutos a pie ya es un lógico impedimento para un cambio de costumbres. Pero incluso en distancias cercanas el propio diseño de las ciudades, de sus infraestructuras, de sus agobios de calles, tráfico y peligros, genera una barrera sicológica muy potente para los itinerarios a pie hasta el cole. Y yo abogo para que esto cambie.

En muchas ciudades, típicamente centroeuropeas pero también en unas cuantas españolas, hay ya algunas experiencias de implantación de itinerarios seguros para escolares. La peatonalización, la regulación de semáforos pensando en los chavales y los horarios escolares, y otras tantas micro o macro operaciones urbanas, pueden contribuir a que la ciudad pueda ser un lugar más amable y accesible para este propósito.

Tengo cerca una experiencia muy sugerente. Me cuentan desde el Colegio CEI de Murcia, situado en un sitio impracticable de tráfico en horario de entrada al cole como el carril paralelo al Malecón, que la construcción del paseo de Murcia Río les ha proporcionado una excelente oportunidad para favorecer que muchos de sus chavales entren y salgan del centro por el nuevo acceso que han abierto dando a este paseo. Con ello no solo han reducido el problema de tráfico en la entrada tradicional al colegio sino que además crean un ambiente mucho más amable, sostenible y compartido en el momento 'crítico' para el hecho educativo de entrar y salir del cole. Buena cosa.

En la planificación de las ciudades muchas son las cosas que hay que tener en cuenta. Y una de ellas es esta. Pacificar de tráfico los entornos de los colegios, estudiar itinerarios saludables y libres de peligros según las densidades de población en las áreas de influencia de los centros educativos o dotar en horario de entrada y salida escolar de seguridad extra a las calles influidas.

Porque si queremos avanzar hacia sociedades sostenibles nada mejor que empezar a enseñarlo a los más pequeños justo en el sitio donde aprenden a hacerse mayores.