Dadle la mano, es nuevo ahí, en ese sitio extraño, como un abismo desde aquí» es el principio de la letra de un temazo de M Clan, Hasta que se acostumbre a la oscuridad. La muerte, el gran tabú. Si hay una certeza en esta vida al llegar a este mundo es que un día nos vamos a ir. Cómo es posible que vivamos de espaldas a esta realidad. Nos preparamos para el parto, para una boda, para la jubilación y, sin embrago, vivimos silenciando a la muerte.

No soporto la sordidez con la que la religión nos ha llevado a vivir algo que debería ser natural, parte de la vida, parte de nuestro camino en este mundo. Nunca sabemos cuando puede venir a visitarnos para llevarnos con ella, miren David Gistau, con 50 años, se iba hace unos días y nos paralizaba a todos dejándonos un nudo en la garganta por marcharse demasiado pronto. Unos se van demasiado pronto y otros, por desgracia, tienen que padecer un sufrimiento inhumano hasta marcharse. ¿Es esto necesario?

Por qué el ensañamiento y prolongación inútil de la vida a aquellas personas que están sufriendo de manera innecesaria por culpa de enfermedades incurables, crónicas. Una sociedad cada vez más envejecida, con las Urgencias a reventar de enfermos crónicos o en paliativos, cuando no son los lugares de atención sanitaria en los que deberían de estar. Necesitan cuidados específicos, atención y acompañamiento donde los enfermos y los propios familiares estén en la intimidad. He visto fallecer a personas enfermas de paliativos en habitaciones compartidas, lo que me ha producido un tremendo pudor y desgarro.

¿Saben que en nuestro país mueren al año más de 75.000 personas con dolor? ¿Y más de 100.000 necesitan cuidados paliativos para soportar lo insoportable? Los señores de misa diaria dicen que hay que aguantar y morir como Dios lo hizo. ¿Crucificados? Pero qué barbaridad es esta.

Dignidad, ¿saben lo que significa? Todo lo que tiene que ver con los valores de una persona, su libertad. Morir con dignidad es morir rodeados del amor de los nuestros, en la intimidad y con el menor sufrimiento posible, y todos sabemos que esto hoy en día no se cumple. ¿Saben la de gente que mira para otro lado y administra de manera 'ilegal' fármacos para evitar sufrimientos innecesarios a pacientes que están sufriendo de manera inhumana? No hay mayor acto de amor que dejar ir ante el sufrimiento extremo, y no puedo entender que en este país sea delito. Es de locos.

Disculpen, pero me cabrea. Me cabrea que Ángel Hernandez, que ayudó a su mujer a morir para descansar por fin después de años de sufrimiento insoportable ahora esté condenado a seis meses o un año de prisión. Lo dijo Errejón el pasado martes en el debate para la toma en consideración por tercera vez en el Congreso de la Ley de la Eutanasia, con él siendo testigo del debate en pajareras: «Ángel, que sea Ley para que esto no vuelva a ocurrir». Y parece que así será a final de año tras la votación favorable de la mayoría de la Cámara, menos de la derecha y extra derecha.

Siento repulsión ante lo que tuve que escuchar el pasado martes de sus señorías, Echaniz por el Partido Popular, y Méndez Monasterio por Vox. A los que espero que Dios perdone es a ustedes, frente a la falta de compasión ante los enfermos. ¿Como es posible que el señor Echaniz, diputado del PP, insinuara que la ley de la eutanasia lo que quiere es ahorrar matando? Señor Pablo Casado, usted y su diputado deberían pedir disculpas a los ciudadanos; estoy convencida de que muchos de entre quienes les han votado también se escandalizaron al escuchar semejante barbaridad. Y qué decir del discurso de la señora Méndez Monasterio. Su máxima autoridad en la tierra como en el cielo, monseñor Escrivá de Balaguer, decía en Camino: «No tengas miedo a la muerte. Acéptala, desde ahora, generosamente, cuando Dios quiera, como Dios quiera, donde Dios quiera». Acéptela usted, pero yo o nadie a los que quiero tienen por qué sufrir en los últimos momentos de su vida porque ustedes así lo consideren.

Gracias a que el 87% de los ciudadanos de este país piensa como yo, desde el martes estamos un poco más cerca de lo que tiene que ser un derecho. Ustedes, señores de la derecha, hablan sólo de cuidados paliativos, y miren, ahí estamos de acuerdo, hay que aplicarlos, por supuesto, pero eso y el amor no bastan para enfermos que no tienen solución. Alargar la vida porque sus convicciones religiosas así lo predican es una barbaridad que yo no deseo para nadie de cuantos quiero. Imaginen un diagnóstico devastador que hará que dentro de un tiempo no recuerden nada, o se queden postrados en una cama sin poder moverse, no miren hacia otro lado.

Ojalá no tengan nunca que vivir el sufrimiento de algún ser querido, ver como poco a poco deja de ser la persona que conocieron. Es durísimo. Y en este momento de mi vida considero que no hay mayor acto de amor que dejar ir, acompañar en el final, sin dolor, rodeado de las personas que quieres y te quieren, donde palabras como te quiero, gracias o perdón cobran más sentido que en el resto de los momentos vividos.

Señorías, saquen la religión de las instituciones, por el bien de todos. Ustedes los de las cruces, hagan lo que quieran con sus seres queridos y con ustedes mismos, pero déjenme en paz, a mí y a los míos. Y díganle a su Dios que no les quiera tanto y que les quiera un poco mejor.