Las ruinas abandonadas de edificios antaño magníficos recuerdan permanentemente que el tiempo es finito y la humanidad frágil. La engañosa sensación según la cual vivimos un eterno presente desaparece en un instante ante la visión del fantasmagórico hogar que eligió en Carfax el conde Drácula, ese tenebroso ser inmune aparentemente al paso de los días. Ruinas y cementerios, tan frecuentes en la literatura romántica, no son solo un lugar de reflexión en que el alma agotada se ve obligada por un instante a poner fin a su propia exaltación, sino que igualmente son la sede de innumerables poderes ocultos que acechan y que a la vez resultan tan hipnóticos como fascinantes, tan atrayentes como peligrosos. La ruina, creación humana, hace tiempo que escapó del mundo reglamentado de lo cotidiano y de lo artificial para dejar que la naturaleza tome posesión de ella y la asimile. Murallas y palacios semienterrados o devorados por junglas y florestas vuelven a la esfera de lo salvaje, como la montaña, la tierra o los bosques que la cubren. Tan peligrosa atracción, el vértigo atrayente y mortal del abismo, muestra una naturaleza puede ser antesala de la muerte, como cuando Jonathan Harker, lejos aún de conocer las terribles pruebas que le aguardaban, está a punto de perecer en un bosque cercano a Munich durante una tormenta de nieve porque una extraña fascinación le había llevado a adentrarse en él apartándose de la seguridad que le ofrecía el camino justo al empezar el ocaso. Naturalmente Stoker encuentra un gran apoyo en el prolijo acervo de creencias populares en torno a vampiros y fantasmas. Pero esto no es más que la oportunidad de la que se sirve como autor para defender su tesis.

La oscuridad es imagen de la muerte. «Me gustan las sombras y que todo esté oscuro, y nada me complace tanto como estar a solas con mis pensamientos», afirma Drácula cuando recibe en su hogar transilvano al joven Harker, su huésped antes de ser su enemigo. Soledad y oscuridad, patrimonio exclusivo de la muerte, se ven capaces de unirse con la sensualidad y el erotismo, en una forma literaria de plasmar la misteriosa atracción por la aniquilación que experimenta quien desea volver al origen. No es erotismo necrófilo carente de elegancia; aquí se trata de un medio para dejar clara la atracción invencible que ejerce la muerte, otra forma de satisfacer el ansia de lo absoluto.

Fiel a la antigua tradición romántica y uniéndose a la psiquiatría moderna, el mito de Drácula defiende que sólo la mente perturbada o enferma puede descorrer el velo y aceptar lo terrible de cierta verdad oculta. El estudio de los casos de locura se aprecia en la atención con que el doctor Seward analiza el caso de Renfield, que recuerda a la prolijidad con que Waidlinger estudiaba a Hölderlin y anotaba todas sus reacciones; pues los grandes héroes románticos también caen en la locura y es entonces cuando alcanzan la plenitud de lo absoluto. Resulta sugerente que sean hombres de ciencia en esta novela (Seward, Van Helsing) o perfectamente cabales y nada supersticiosos (los Harker, Lord Arthur, Morris) quienes se encuentren inmersos en una situación de pesadilla que desafía su conocimiento cabal de las cosas. La razón tiene, por inesperado que pueda ser, límites insuperables. El verdadero conocimiento no es racional, sino que hay que contar con la existencia de la intuición, de la tradición (aun apareciendo bajo la forma degradada de superstición) y sobre todo, del instinto. Aquello que contradice los sabios consejos de la inteligencia, y que se puede llegar a identificar con lo demoníaco o lo sobrenatural, puede ser, sorpresivamente, lo verdadero.

El famoso episodio de la última travesía del Demeter, el carguero que lleva en sus bodegas tan infame carga como es la carne no muerta de Drácula, merecería una novela propia. No es extraña ni desconocida la historia de barcos fantasmas. En Moby Dick y en Las aventuras de Arthur Gordon Pyn también aparece una nave a la deriva cuyos tripulantes han muerto. El mar es una fuente constante de terror, y en Capitanes Intrépidos se cuenta la historia de un ahogado emerge del mar para recuperar su navaja. El caso concreto de la terrible historia del Demeter se asemeja mucho al que sufrió el barco pirata que trasladaba a Dionisos, cuya tripulación cae asesinada por el dios, que había adoptado la forma de un terrible león, como nos cuenta el Himno Homérico a Dionisos. Lejanos ecos de otros tiempos vuelven a la vida en la magnífica novela de Stoker, escuchamos las voces de seres expulsados de nuestro mundo desde hace siglos por el triunfo de las luces y la ciencia, pero cuya presencia se percibe aún como un susurro en la hora más oscura, o en lo más profundo de un sueño convertido en pesadilla y sacado a la vista en Drácula, que es simultáneamente la última gran tragedia romántica y el primer desafío a la mente racional de los tiempos modernos.