Desde Pacto por el Mar Menor abordamos el nuevo escenario en la crisis ecológica que padecemos con la mesa redonda «El ecocidio del Mar Menor». Para nosotros es esencial la educación de la ciudadanía en el conocimiento del Mar Menor como ecosistema, y ahora también como escenario de un ecocidio. Más allá de los poderes públicos y sus cauces, las personas que vivimos su realidad cotidiana portamos el vínculo emocional y el saber, dos pilares ausentes en las esferas de poder, visto el esperpento.

La gestión de la crisis marmenorense se ha realizado desde el enfoque 'marear la perdiz', tristemente endémico en nuestra sociedad. Asistimos a declaraciones en las que unos tiran de orejas al actual Gobierno de España con la obviedad de que no pueden seguir llegando vertidos, esos que ellos no controlan donde se generan. Los del Gobierno nacional dicen que es la sociedad la que debe recuperarlo cambiando el modelo de desarrollo, confundiendo garrafalmente sociedad y sectores económicos. Entremedias, otras hablan del Mar Menor como 'destino multiexperiencia' y de 'un aprovechamiento de las sinergias del aeropuerto', esa mole vacía incapaz de competir con Alicante que ha liquidado al bello aeropuerto marmenorense. Desde luego, la experiencia de los ribereños es múltiple ante semejantes declaraciones, teniendo lo que tenemos en nuestra orilla.

La clase política de todos los colores se niega a dar soluciones que cambien el modelo productivo para no tocar los todopoderosos sectores económicos que se pasan el medioambiente por el forro, con su beneplácito. El poder ejecutivo duerme feliz en photocall tras soltar que lo de que el Mar Menor es cosa del otro color y, mejor aún, de la sociedad. Llegados a este punto, deberíamos solicitar que nos transfieran el poder ejecutivo y los salarios porque así el Mar Menor se nos muere.

Por el contrario, esta sociedad que tratan como lerda se fortalece. En la Gala Importantes 2019 de LA OPINIÓN, desde Pacto compartimos con personas referentes que han pulverizado fronteras físicas y de conocimiento el valor del esfuerzo personal y la superación. En ella los doce premiados nos expresamos ante unas autoridades que fueron ciudadanos lúcidos unos segundos, ante unos premios que respetan por lo que tienen de autodidacta. Eventos así, con libertad de expresión y fortaleza para el cambio, son agua de mayo.

La sociedad librepensante de esta Región está haciendo espacios. Las dos mesas sobre el ecocidio del Mar Menor con aforos completos fueron uno de ellos. Pablo Serra nos explicó este neologismo con un viaje mundial sobre su profundo significado vinculado a pérdidas de vida. Habló de Vietnam, de Olof Palme, del Papa, de los crímenes de paz, de la hecatombe. Porque tratamos un caso en el que los impactos no proceden de causas naturales, sino que se nos muere un ecosistema ¿asesinado? Una buena cuestión que el poder judicial afronta llamando a declarar a entidades y personas que piensan en el ecosistema como en un ente abstracto de un submundo insignificante. Cuando intervino Eduardo Salazar éramos conscientes de la gravedad de la situación, y nos habló de responsabilidad. Una exposición potente y con conocimiento, llena de desafío que nos expuso la imprescriptibilidad de los hechos, la comisión de delito por omisión, la oportunidad de crear nuevas vías ante nuevos hechos inherentes a cómo evolucionamos en esta Humanidad soberbia.

Con este reto de justicia para el Mar Menor asumimos otro de la mano de Juan Antonio Ortega y la salud ambiental. Un campo en el que queda todo por hacer y mucho por descubrir. En él está la clave de la salud cuyo concepto incluye la calidad de vida y el bienestar que no es ni dinero ni poder, sino formar parte consciente de la Naturaleza. Lucía Hernández, junto a nosotros en La COP25, en la manifestación SOS Mar Menor, y tantas ocasiones con su cariño, compromiso y profesionalidad, moderó las mesas.

Tuve la oportunidad de contar estos cuatro años y medio de trabajo de Pacto por el Mar Menor. Su síntesis me transportó a cada instante y acción ejecutada. Quedé anonadada ante la calidad del trabajo desarrollado y el inquebrantable compromiso con el pequeño mar de un grupo de personas que crecemos inmunes al desánimo.

He visto también el ciclo en el que una maquinaria perfectamente engrasada desea mantener a las personas, repitiéndose tras cada situación de impacto emocional que vivimos, ya fuese DANA, muerte masiva de fauna, pérdida de praderas, eutrofización, inundaciones, etc. Pero también es un ciclo roto por personas que día a día intentamos salvar el Mar Menor. Es duro tanto tiempo y no lograr un cambio, pero sí es verdad que comenzamos a descubrirnos como seres pensantes y proactivos.

Algo poderoso en esta lucha nos impide darnos por vencidos, y así lo siento cada vez que estoy en él, se trata de que el Mar Menor aún no ha muerto, se trata del Mar Menor queriendo sobrevivir.