Estar enamorado de la vida misma no basta. También hay que enamorarse de otro u otra, dependiendo del sexo y de tus gustos hormonales. San Valentín o San Calentín, que de todo hay, es un casamentero o celestino, dependiendo de tu espíritu eclesiástico o profano del tema, que nos lanza sus invisibles flechas para enamorarnos. En el fondo no son más que feromonas puras y duras. Se trata de sentir esa química que te arrastre por el buen camino del amor, guiado por el corazón, porque si se usara la cabeza aquél correría que se las pela.

Antes de Cristo ya había fiestas, muy divertidas, con bacanales y desmadres. Y una de ellas era la celebrada en el día de hoy, llamada de Lupercalia, donde se reunían en una cueva para que un sacerdote sacrificara una cabra. Precioso rito que afortunadamente pasó a la historia cuando ya en el siglo III después de Cristo, otro sacerdote, Valentín, le dio un giro a este día, principalmente porque los ejércitos se estaban quedando más tiesos de personal que un pez capellán debido a que preferían estar en familia, con esposa e hijos, que ir a matarse al extranjero. Por eso el emperador Claudio El Gótico prohibió a la gente que se casara. Pero Valentín que no tenía esposa, pensó que todos deberíamos ser iguales ante esa suerte o desdicha, por lo que empezó ante esa prohibición a ejercer como Celestino, arreglando matrimonios entre hombres y mujeres. Claudio lo ejecutó este día del año 270, decapitándolo, por listo.

Pero pasan los años, y nosotros frente a frente, como diría el padre de la humanidad cantora; llega Galerías Preciados y comprando a los Hermanos Maristas la Sucursal de su Colegio, se planta en mitad de Murcia, en plena y posterior Gran Vía Salzillo, y de la mano de su dueño, Pepín Fernández, recoge la idea del periodista César González Ruano por el año 1948, e instaura la idea de que los enamorados se hagan regalos hoy entre sí. Desde luego, no vayan a pensar que fue por intereses económicos lo de Galerías Preciados (posteriormente engullida por el Corte Inglés) para aumentar las ventas que habían caído tras las gastosas navidades y las rebajas de enero, no. La razón fue mucho menos interesada y más romántica. Se trataba simplemente de que la gente se quisiera y se lo demostraran con regalos que ellos vendían. Es como lo de las flores para el manto de la Virgen, o para los pasos en Semana Santa. Todo espiritual y amoroso, desprovisto de cualquier interés crematístico.

Es bueno conocer que no es igual San Valentín en todos los lugares. Aquí, en España, ya he dicho que los enamorados nos hacemos regalos y nos besamos apasionadamente.

Sin embargo, en Alemania es aún más efectivo: se regalan cerdos. Y en Inglaterra se colocan cinco hojas de laurel en cada esquina de la almohada y otra en el centro para atraer el amor. Eso sí, el laurel deber ser adquirido fuera de Europa.

En fin, no quisiera despedirme, amable lectora/or sin mandarle un 'te quiero' con un poema de amor de Bécquer:

Podrá nublarse el amor

/ eternamente;

Podrá secarse en un instante

/ el mar;

Podrá romperse el eje de la tierra

Como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte

Cubrirme con su fúnebre

/ crespón;

Pero jamás en mí podrá apagarse

La llama de tu amor.