Avanzamos en la vida para descubrir nuestras equivocaciones. En mis años de universidad tenía un amigo con quien discutía mucho. Como si procediéramos de planetas distintos, no coincidíamos en nada. Nuestras conversaciones, que se prolongaron hasta el final de la carrera, no tenían final. Con la pasión de la juventud, sabíamos que ninguno de los dos daría su brazo a torcer. Éramos demasiado jóvenes para cambiar.

Sin embargo, nos tomábamos a broma el mutuo empecinamiento y las conversaciones fueron convirtiéndose en un pequeño teatro donde cada uno representaba su papel, tan provocador como previsible. Sin darnos cuenta, nos reíamos de nosotros mismos como si cada uno fuera el futuro del otro. Al menos así lo recuerdo. A fin de cuentas, él tenía razón en todo y yo estaba equivocado.

Pedro Alberto Cruz escribió una frase que me encantó: «Somos infelices porque no nos hemos equivocado lo suficiente». Quizá es solo un consuelo, pero puede que también encierre la única verdad que nos tiene reservada la experiencia. No se trata de escapar del error para caer en otro nuevo, sino en la aceptación de que la felicidad surge de la reconciliación con el tiempo vivido, algo que solo se produce si uno se atreve a bajarse del pequeño teatro en el que empezamos a construirnos a nosotros mismos. De mi juventud la única idea que se mantiene en pie es el pacifismo. Y a duras penas, más por romanticismo que otra cosa. Y quizá por conservar el orgullo de haber sido objetor de conciencia al servicio militar. Todo lo demás ha quedado arrasado por la experiencia, la reflexión y los libros.

El otro día Cruz dio una charla en un instituto invitado por un profesor que se ha declarado objetor de conciencia al pin parental. En el vídeo del acto se ve al profesor de pie ante la clase, con las manos apoyadas en la mesa: «Estoy defendiendo vuestra libertad frente a la opresión», dice. Y tras calificar la norma de 'barbarie', el auditorio irrumpe en aplausos, que se redoblan al final: «Lo llenaremos todo de un inmenso arco iris». Si no es ese discurso político partidista una prueba de que la mejor defensa de la libertad es el pin parental, lo sería entonces esa ovación unánime, que a personas como Cruz deberían poner en guardia. Yo solo salgo contento de clase cuando un alumno ha puesto en duda algo que he dicho.