Habló Ryszard Kapuscinski, bien oiréis lo que decía: «Los periodistas cumplen con una función esencial en nuestra sociedad como garantes de importantes valores constitucionales como son la libertad de información, de expresión y de opinión». Y añadió: «Una sociedad informada es más justa, más libre y más desarrollada». Ya puesto en carril, incluso avanzó que en la Región de Murcia «estará garantizada la firmeza en la defensa del periodismo y los periodistas».

Naturalmente, lo anterior es una broma. Los entrecomillados son exactos, pero los autores de las citas son el presidente de la Comunidad, López Miras, y Javier Celdrán, portavoz fáctico del Gobierno regional, lo que convierte esos enunciados, que bien podrían pertenecer a Kapuscinski si hubieran sido expresados con prosa menos pedregosa, en una caricatura. ¿Alguien que esté en el ajo puede creer que este Gobierno regional respeta el periodismo? Los periodistas sabemos que no. No solo no respeta el periodismo, sino que lo persigue con saña. En la Región de Murcia el periodismo termina cuando interviene Mar Moreno, la comisaria política de López Miras para estos asuntos. Ella hace el trabajito por encargo de quienes, después, en la plaza pública, reproducen las frases hechas sobre la libertad del periodismo. El espectáculo no es siquiera irritante sino patético.

La nueva directiva del Colegio de Periodistas se estrenó ayer en la primera actuación de su mandato con una entrevista de cortesía en visita al presidente de la Comunidad, se supone que de institución a institución, de modo que los elogios del poder los tenían bien merecidos, pues el periodismo no es una institución. Meterse en la boca del lobo tiene esas consecuencias: el Gobierno esparce el agua bendita sobre los periodistas y éstos salen santificados. Qué felicidad: uno para todos y todos para uno. La omertá. Pero los profesionales que están en galeras es dudoso que se sientan representados en escena tan idílica. Tal vez la nueva directiva del Colegio de Periodistas sufra la tentación de visitar algún día las redacciones después de las instituciones, y en tal caso podríamos explicarles de qué va ese respeto a la libertad de prensa de que hablan López Miras y Celdrán.

Hay que recordar que antes de que se estrenara como Gobierno, el aparato político que hoy lo constituye en su mayoría se estrenó denunciando ante la Junta Electoral a una cadena de radio por el imperdonable derecho a organizar un debate a pesar de que renunció a participar en él el candidato del partido que hoy preside la Comunidad. Ya se les veían las intenciones. Desde entonces, la política aplicada a los medios de comunicación consiste en un viejo chantaje: conmigo o contra mí. Es un estilo. Perfecto. Pero lo que no cabe soportar es que, encima, como en aquel chiste escabroso, se limpien en las cortinas. Cada vez que hablen de respeto a la libertad de información y de opinión habrá que recordarles que su práctica es la persecución, el ninguneo y la exclusión, y más que esto: la voluntad decidida de tratar de liquidar las voces discordantes incluso cuando éstas no sean necesariamente sistemáticas.

Que Celdrán se vista de Kapuscinski es lo último que nos quedaba por ver. Vale que intenten matar al mensajero (es lo propio de los Gobiernos), pero, por favor, que aparten sus sucias manos del periodismo.