Las recientes DANAS sucedidas en nuestro país, la mayor intensidad de los huracanes, la disminución del hielo polar o la virulencia de los incendios forestales en algunas partes del mundo a causa de temperaturas cada vez más extremas, son algunas de las evidencias que nos indican que el calentamiento global y el cambio climático están ocurriendo ahora, y si entre todas y todos no somos capaces de adoptar medidas urgentes ya, la humanidad se encamina a un colapso ambiental sin precedentes. Desde los medios se sigue hablando de 'catástrofes naturales', pero éstas son cada vez más consecuencia de nuestras actuaciones sobre el planeta. Lo que antes sucedía en zonas geográficas caracterizadas por fenómenos climáticos extremos, como los huracanes, las sequías o las inundaciones, se ha generalizado por todo el globo.

Frente a esto la sociedad debe comenzar a despertar y a adquirir esa conciencia ecológica que, con la industrialización y el modelo económico basado en el capitalismo, hemos ido perdiendo. Y es este camino las mujeres tenemos mucho que decir.

El 27 de mayo de 1907 nació en Pennsylvania Rachel Carson, considerada la madre del movimiento ambiental. Bióloga, escritora, científica y ecologista, Carson escribió una de las obras fundamentales del movimiento conservacionista: Primavera silenciosa, una obra que contribuyó a un nuevo conocimiento del lugar que ocupa la especie humana en el mundo y a promover políticas y conductas encaminadas a la conservación del medio ambiente. El libro nació a partir de sus investigaciones sobre el uso generalizado del DDT, un insecticida aplicado inicialmente en la agricultura y que pronto pasó a ser utilizado en los hogares. Carson advirtió que este compuesto no solo acababa con los insectos, sino que se iba acumulando en los organismos y poco a poco nos iba envenenando: «Por primera vez en la historia del mundo, todo ser humano está ahora en contacto con productos químicos peligrosos, desde el momento de su concepción hasta su muerte. Se han encontrado en peces en remotos lagos de montaña, en lombrices enterradas en el suelo, en los huevos de los pájaros y en el propio hombre, ya que estos productos químicos están ahora almacenados en los cuerpos de la vasta mayoría de los seres humanos. Aparecen en la leche materna y probablemente en los tejidos del niño que todavía no ha nacido». Estas palabras escritas en 1962 siguen teniendo validez en la actualidad, aunque la situación ha ido empeorando.

Como en otros casos a Rachel Carson el patriarcado también trató de silenciarla. La industria agroquímica intentó impedir la publicación del libro y atacaron duramente a su autora. Menospreciaron su trabajo argumentando que los datos que manejaba no eran de fiar y se llegó a decir que ni siquiera era doctora. Tuvo que aguantar insultos y calumnias como la de un antiguo secretario de Agricultura que, en una carta al presidente Eisenhower llegó a decir: «Como no se ha casado, a pesar de ser físicamente atractiva, probablemente es comunista».

Aunque el libro fue un éxito y se reconoce su influencia en la aparición de conductas de protección del medio ambiente, la polémica sobre la prohibición del uso del DDT y la responsabilidad de Carson en ella ha llegado hasta nuestros días. Algunos científicos la responsabilizan del aumento de los casos de malaria en el mundo desde que en 1972 se prohibió el uso de este compuesto en las fumigaciones.

Rachel Carson murió dos años después de la publicación del libro por complicaciones del cáncer de mama que padecía, probablemente por su exposición al DDT.

Se puede considerar a Rachel Carson como la primera mujer ecofeminista, ella inició la senda que siguieron otras, como Vandana Shiva y Wangari Maathai. Ellas son el referente de las nuevas voces de mujeres que, frente a los retos ambientales urgentes, alzan la voz para construir un mundo más igualitario y sostenible.