Cuando comencé a escribir esta columna, en un tiempo del que, como Cervantes, no me quiero acordar, deseaba parecerme a la estilosísima Carrie Bradshaw. Ya saben, la protagonista de la serie Sex and The City a la que da vida la maravillosa Sarah Jessica Parker. Quién en su sano juicio no querría una vida de mujer independiente y moderna con residencia en la Gran Manzana y un vestidor con más Manolo Blahnik de los que jamás podrías estrenar, por muy agitada que fuese tu vida social. Bien, pues salvando las distancias, Murcia no es Nueva York (lo que en ningún caso es un menosprecio a la primera) en lo del armario lleno de tacones casi me puedo comparar, quien me conoce bien lo sabe, aunque evidentemente con menos glamour: es un armario empotrado y no son 'Manolos'. Un poco más cutre. Sin embargo, unos cuantos años después, con una crisis de escritura de por medio, me encuentro tal que así, como en la foto. Juzguen ustedes mismos lo que eran mis expectativas y lo que hoy es mi realidad. Cualquier parecido que encuentren no será más que fruto de una casualidad.

Como habrán podido adivinar, sin necesidad de ser demasiado suspicaces, entre las muchas diferencias se encuentran un embarazo, un parto y una muy reciente maternidad. Situación a la que, os confieso, me enfrento con tanta ilusión como miedo, algo que voy comprobando que es bastante habitual. Pues bien, como el proceso hasta el embarazo es obvio, y por lo tanto poco necesario, os lo voy a ahorrar ;-) y, en este 'renovado' Café con Moka, os voy a contar las aventuras y desventuras de una asustada madre primeriza bastante alejadas, por cierto, de aquella vida de sueño en la gran ciudad, pero no por ello menos afortunadas y seguro que mucho mas excitantes.

En esta nueva 'yo' si hay una palabra que he repetido desde el pasado 21 de octubre, cuando exactamente a las 05.00 venía al mundo el pequeño 'ratón', ha sido CALMA. Precisamente estas son las cinco letras que mi hermana decidió regalarme por Navidad grabadas en un colgante que desde entonces no me quito. Y es que hoy las necesito más que nunca. Bien lo sabía ella que es madre experimentada de tres maravillosos seres.

Cuando me quedé embarazada, en vez de leer mil libros de puericultura, como se hacía antes de la revolución de las redes sociales y las 'influencers', comencé a seguir a un montón de buenas madres, malas madres y súper madres en Instagram, intentando mimetizar con mi nuevo rol. Sin embargo, no conseguí empatizar con ellas. No sentía la maternidad de una forma tan vocacional, e incluso trascendental, como la mayoría. Comencé a dudar de mi capacidad para tal tarea. Me parecían exageradas y desmesuradas sus preocupaciones y la intensidad con la que asumían su papel. Ahora, con el bebé ya en brazos, os confieso que por fin logro entenderlas y creo que hasta superarlas. Por eso, a Dios pongo por testigo de que jamás juzgaré a una madre.

Por momentos pienso que incluso he perdido la cabeza y el raciocino que creía tener. He recorrido media Murcia buscando pediatra, dejando atrás a unos cuantos porque no me parecíaN lo suficientemente buenos. Y es que si en circunstancias normales una se vuelve mamá leona, cuando el cachorro necesita de alguna atención más, la protección es salvaje. Mi pequeño crece, pero a un ritmo más lento del que nos gustaría, o al menos a mí me tranquilizaría. Come, duerme, se ríe... es un bebé feliz, pero engorda muy poquito a poco. Y eso a mí, como madre, me roba la tranquilidad. De ahí que este año vaya a necesitar mucho de eso, CALMA.