La primera vez que escuché hablar de Juan Cuadrado Ruiz apenas tenía 5 años y fue en los brazos de su hija, María Luisa Cuadrado Cánovas, mi abuela. Ella fue la encargada de transmitirme, a lo largo de su vida, la trayectoria del que debe considerarse un pionero de la Arqueología del sureste. Seguramente, el entusiasmo con el que siempre me habló de su padre supuso el impulso necesario para que muchos años después yo convirtiera esa pasión en profesión.

En mi familia el interés por nuestros orígenes siempre ha estado presente. A pesar de ello, tuvieron que pasar un par de generaciones hasta que un descendiente de Cuadrado decidiera hacer de la Arqueología su modo de vida. Quien suscribe estas palabras, criado y educado entre Almería y Murcia, decidió a una temprana edad que para entender tanto su presente como su futuro debía hacer como su bisabuelo, echar la vista atrás e intentar descifrar el pasado.

Mi labor docente como profesor de Prehistoria en la Universidad de Murcia siempre ha estado compaginada con dos líneas de investigación: el estudio del Paleolítico y la trayectoria profesional de Juan Cuadrado Ruiz. En muchas ocasiones estas líneas han confluido en una sola. Seguir los pasos dados por mi bisabuelo me ha llevado a conocer importantes yacimientos y a recordar quién fue, qué hizo y cuál fue su legado.

Durante los años que llevo dedicado al estudio de su figura me he encontrado con documentos de diversa índole que versan sobre temas muy dispares. Cuadrado era un hombre polifacético, gran amante del arte y de la cultura, disciplinas que además de admirar, practicaba. Los archivos existentes dan fe de todas sus facetas, pero en mi caso, y atendiendo a lo que me dedico, el material en el que más me he detenido ha sido el referente a la Prehistoria: diarios, cuadernos de campo, solicitudes de excavación, memorias, artículos, dibujos, fotografías y gran cantidad de correspondencia con sus contemporáneos.

Todo este material deja patente que Juan Cuadrado Ruiz fue un precursor de la Arqueología y que compartió investigaciones con grandes nombres del panorama nacional y europeo. Que hoy podamos disponer de la documentación necesaria para llevar a cabo un estudio en profundidad se lo debemos a mi familia. El tiempo, esfuerzo y cariño dedicados al mantenimiento de todo el material existente han sido clave para una conservación adecuada de la herencia de nuestro antepasado.

La enorme amistad que le unió durante toda su vida a Luis Siret, el arqueólogo por excelencia de la época, marcó sin duda la vida del almeriense. El vínculo que se creó entre ambos fue algo especial; Cuadrado no pudo encontrar un mejor maestro ni Siret un colaborador mejor.

Además de su labor de campo fue un magnífico divulgador del patrimonio arqueológico, utilizando para ello tanto los medios de comunicación de la época como las múltiples visitas que recibía en el Museo de Almería, el cual fundó en 1934. Fueron múltiples, como ha quedado atestiguado, las grandes personalidades y profesionales del sector que visitaron ambas provincias, Murcia y Almería, interesados en conocer de primera mano los descubrimientos de Cuadrado.

Con respecto a su faceta como pintor, fue alumno de Joaquín Sorolla, miembro fundador del aquel fenómeno cultural que se conoció como Movimiento Indaliano y maestro de grandes artistas. Sus cuadros reflejan la presencia de una persona fiel a los detalles, sus trazos hablan de perfección y de sensibilidad, los temas en los que se inspiraba muestran el profundo entendimiento que disponía del mundo que le rodeaba. La obra de Cuadrado fue muy valorada entre los entendidos del momento, como demuestra la cantidad de encargos recibidos, así como la inclusión de sus obras en numerosas e importantes publicaciones.

A pesar de la implicación personal evidente y de la cantidad de emociones que he experimentado al haberme reencontrado con mi pasado durante todos estos meses de duro trabajo, siempre lo he llevado a cabo con el mayor rigor profesional e historiográfico posible. Y es que el legado de Juan Cuadrado constituye, tanto a nivel arqueológico como artístico, una de las mayores herencias que un almeriense ha donado al siglo XXI. Solo por ello debería ser recordado como uno de los mayores impulsores que a nivel cultural y científico tuvo el sureste español.

Siempre he pensado que investigar es descubrirse y mostrase a los demás, pero nunca lo había entendido tan plenamente como en este momento, al publicar un pequeño libro titulado Un almeriense para la Historia con el fin de poner en valor a una persona que, a mi juicio, a veces ha sido relegada a un segundo plano. Sacar a la luz su biografía es un sencillo homenaje de un biznieto que ha decidido seguir los pasos de su bisabuelo y que se siente orgulloso de sus apellidos. Un nieto al que su abuela decidió inculcar el amor hacia el pasado; una abuela que se encargó de despertar esos 'genes prehistóricos' que durante algunos años habían estado silenciados.