Libertad, amnistía y estatuto de autonomía. Un sonsonete que nos llega desde los años 70 del siglo XX. Es probable que yo mismo lo cantara en alguna ocasión por aquel entonces. Lo que me pasma es que haya hoy, en el 20/20, siglo XXI, quienes revivan la cantinela. Es verdad que ya no rima. La amnistía para los políticos presos o presos políticos, según quién, se reivindica con neologismos, y el estatuto de autonomía se traduce en independencia. Son asuntos que nos afectan, pero que tienen que ver con otras latitudes. Sin embargo, la primera palabra del eslogan (libertad) ha resucitado en la Región de Murcia, y parece que no hubiera otra demanda. Esta vez no viene de la calle, sino del Gobierno. Del Gobierno regional. El Gobierno pide libertad a todas horas, lo cual es evidentemente sospechoso. No hay Gobierno que no sea enemigo de la libertad, de modo que aquí pasa algo.

Si uno escucha al presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, puede acabar pensando que vivimos en Corea del Norte. No crean que, por ejemplo, parezca preocupado porque esta Región esté a la cola de los índices de excelencia educativa o que se revele líder en pobreza social. Lo que el presidente reivindica es libertad. Su lema es libertad. Curioso: los murcianos conocemos nuestros problemas en carne viva, pero como si éstos no existieran. El conducator nos alecciona, ya desde la campaña electoral que lo condujo precariamente a San Esteban, acerca de que la clave del malestar reside en la falta de libertad. No somos libres y no lo sabíamos. Es más: no somos libres ni siquiera después de más de dos décadas de Gobierno del PP. Teníamos el yugo en el pescuezo (y tal vez las flechas en el pecho) y no éramos conscientes de tamaña sumisión. Menos mal que López Miras nos lo advierte: lo que la Región de Murcia precisa es libertad.

El presidente se define como liberal. Pero aquí hay algo que falla. Los liberales auténticos tienen por costumbre conjugar los grandes conceptos en plural. Suelen hablar de libertades en plural y en minúscula. López Miras habla de libertad en mayúscula. No incluye todas las libertades, pues como bien sabemos en ciertos medios de comunicación, la de expresión se la pasa por el forro. Más que eso: la combate a muerte. Si entramos en detalles se ve a la primera que de lo que habla es de libertad educativa, un derecho preexistente, garantizado en la Constitución y en su día promovido por los socialistas, tan sólo seguramente porque a éstos les tocó gobernar en la etapa inicial en que correspondía desarrollar tal derecho. La enseñanza concertada no la inventó el PP.

Lo sorprendente es que un Gobierno que tiene que velar por lo público ponga tanto énfasis en lo privado. Y no sólo en la iniciativa privada, que se supone que debe fluir en una sociedad democrática, sino en la iniciativa privada financiada con dinero público. ¿Hasta dónde es liberal López Miras? Si lo es en estricto pedigrí no debería poner tanto énfasis en mantener con dinero público la enseñanza privada, y menos llamar a esto libertad de enseñanza. Un dirigente público que en sus discursos sobre educación se refiere de soslayo a sus competencias directas, la educación pública, para subrayar una y otra vez un derecho ya consolidado como la iniciativa privada en el sector es un señor que enseña la patita. Si la libertad de enseñanza no es una novedad ¿a qué viene que el responsable de lo público se preocupe preferentemente de lo privado cuando lo privado no sufre de problema alguno? Al revés: López Miras riza el rizo y pretende trasladar al sector público de la enseñanza, lo que le toca gestionar, la orientación ideológica y metodológica de lo que es propio en el sector privado. Y así, presume de haber inventado el pin parental, sin temer que el Foro de la Familia y el entorno del presidente de la UCAM, José Luis Mendoza, lo denuncien por apropiación del copyright (¿o sería más propio decir del nihil obstat?). O sea, que el pin de Vox es el pin presidencial, que no hay renuncia ni acomodo, que el presidente lo pensó antes. No cede, sino que convergen en él los demás. Vean que López Miras todavía no se ha enterado, porque nadie se ha atrevido a decírselo, que su principal adversario político no es el PSOE, ni menos Podemos, sino Vox, que le ganó las elecciones. Y encima va y les permite que presuman de que le han hecho los Presupuestos (a él y a Cs) con cuatro diputados que ni siquiera disponen de cobertura técnica para saber cómo se hacen unos Presupuestos. Intenta disimular que, para él, lo importante es estar donde está a cualquier precio y sin resistencia. Aguantar sin criterio.

¿Liberal? ¿Qué clase de liberal es quien gestionando la empresa más endeudada de la Región de Murcia, más allá de lo que podría permitirse cualquier corporación privada, grande o pequeña, aumenta el gasto público al ampliar cargos y departamentos, algunos de ellos sin función, dotación, medios o estructura, simples estandartes? ¿La norma principal del liberalismo no era aquello de más sociedad y menos Estado? Pues en lo que toca a López Miras tenemos más Administración y más aliento al sector privado con los recursos de la Administración: libertad sufragada. Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago.

Otro lema del liberalismo: menos Estado, pero más eficiente. Veamos el concurso público para la gestión de la televisión autonómica. Hay que hacer una pregunta urgente a López Miras: ¿Cómo es que se la han pasado los plazos para la renovación de la licencia? ¿Acaso el aparato de la Administración es insuficiente para atender una cuestión que estaba perfectamente datada en el calendario? ¿En qué estaba pensando? ¿O hay que sospechar que aquí hay gato encerrado? ¿Tendrá algo que ver en la prolongación forzada del contrato con Secuoya el hecho objetivo de que el director general de La 7 es el marido de su secretaria general de Comunicación? ¿Qué diría López Miras si Iván Redondo, jefe de comunicación estratégica de Pedro Sánchez, estuviera casado con Rosa María Mateo, presidenta de RTVE? Pero al margen de estas conveniencias y connivencias ¿cómo hemos de valorar que el Gobierno sea incapaz de publicar los concursos públicos cuando corresponden? ¿Qué tendrían que decir sobre la responsabilidad del Gobierno las empresas que legítimamente aspiran a concursar? Empresas privadas, que creen en el discurso liberal del presidente. Liberalismo de amiguetes, tal vez. Pero detengámonos sólo en la eficiencia. Llueve sobre mojado, y atufa si consideramos el precedente del concurso sobre el servicio de ambulancias para el SMS, sobre el que no se han depurado las responsabilidades sobre los enredos a que dio lugar. Es lo habitual: basta atender a que Latbus ha visto ampliada su licencia para el transporte público porque la Administración no ha sido capaz (digámoslo piadosamente así) de convocar el concurso correspondiente de renovación del servicio en hora y fecha, cosa que ya sabían los directivos de la empresa, pues así se lo advirtieron con mucho tiempo de antelación a sus empleados en asamblea. Pregunten, en confianza, a cualquiera de los conductores de autobús.

Pero estamos en Fitur. Una ocasión para la presencia y el pavoneo político que no se compensa más que con la repercusión en los medios regionales de comunicación, una propaganda política útil, si acaso, para el turismo interior. Puede que sea un pecado compartido con el resto de Comunidades autónomas, pero de un Gobierno responsable se espera algo más, al menos un poco de imaginación para romper esa inercia inútil e infructuosa. Pero ¿qué esperar? El exconsejero de Turismo Pedro Alberto Cruz, último de la Administración Valcárcel, declaraba hace unas semanas que no soporta Murcia y que se marchará de ella en cuanto las circunstancias se lo permitan. ¿Qué tendría que decir a quienes en su día, cuando cobraba un sueldo público, intentó convencer de que la Región de Murcia era un destino ideal? Tal vez lo mismo que al pavo que debió degustar en Navidad antes de su propósito de convertirse en vegetariano a partir del primero de enero. Este personal es el que nos ha gobernado y nos gobierna.

Y mientras en Los Alcázares todavía no han conseguido liberarse del barro de las últimas lluvias (puede que dure hasta las próximas) sus vecinos de San Javier venden en Fitur el Mar Menor como el 'paraíso salado', conformados por interés de partido con el decreto tocomocho de protección medioambiental ingeniado por el Gobierno regional que implícitamente dicta la libertad para seguir contaminándolo, pero libertad al fin y al cabo. Libertad, ese es el lema. En Fitur es posible vender cualquier cosa; recordemos que hubo un año en que se vendió el Parque Paramount, de cuya existencia tan solo ha quedado una piedra enterrada en solemne inauguración, pero que podría servir de punto de peregrinación para turistas de Proyectos Engañosos, en los que esta Región es, en esto sí, líder.

Durante los años de la Transición la palabra libertad tenía un sentido indudable, que no es preciso explicar. De pronto, ha resucitado en el vocabulario de López Miras a sabiendas de que la banalización de los grandes conceptos sirve incluso para subvertir el significado profundo e histórico de lo más sagrado.