Aún no sabemos qué significan las señales que al principio aparecieron esporádicamente y luego de manera cada más frecuente y visible. Círculos, espirales, ondas, parábolas, meandros y marañas se han dejado ver en los campos, matorrales y sembrados. Cuánto tiempo llevaban apareciendo en el medio rural es algo difícil de decir por la ausencia de testigos en una región en la que el número de atónitos habitantes por kilómetro cuadrado es menor de día en día.

Recientemente han empezado a aparecer estas líneas misteriosas también en las ciudades. Aunque al principio parecían pintadas y grafitos, pronto hemos advertido que su morfología, forma, tamaño y color eran de enorme variedad. Se combinan con ángulos rectos e intersecciones, pero prevalece el misterioso oráculo de la línea sinuosa y ondulante en prodigiosas combinaciones cóncavas, convexas, concéntricas. La inquietud se ha extendido y nadie se ha aventurado a adelantar una explicación acerca de tan extraño fenómeno que ahora puebla muros, patios, pavimentos y firmes asfaltados por doquier. Crecen a todas horas aunque nadie sabe cómo ni hay registro alguno sobre el nacimiento de estas formas.

La ciudad está sumida en el estupor y no puede aclarar la procedencia de estas líneas misteriosas. Todas las actuaciones han terminado en fracaso y recientemente hemos asistido al espectáculo de la inacción e impotencia de los poderes públicos ante este profundo enigma que nadie sabe cómo explicar. En boca de todos, tan inquietante fenómeno ha bastado para eclipsar las recientes y alarmantes noticias sobre el rearme nuclear. Tampoco se habla de la subida de los precios del petróleo, ni del estallido de una nueva epidemia provocada por un coronavirus de gripe muy resistente acercándose desde latitudes lejanas; a nadie parece preocuparle ya la radicalización del discurso político, ni las manifestaciones callejeras, ni los gritos irritados que se oyen mezclados con amenazas en los parlamentos y asambleas Lo cierto es que las formas concéntricas cambiantes llevan un tiempo acaparando la atención y están detrás de innumerables episodios de pánico colectivo.

Recientemente las autoridades, impotentes, han ordenado que se proceda a ignorarlas, a no hablar de ellas. Que los medios discutan sobre otras cosas. Bien pensado, tales líneas probablemente ni siquiera han existido. Y por cierto que desde hoy no se han admitido nuevas denuncias oficiales delatando su presencia. Nos dicen que acaso todo sea invención. Estas palabras son seguramente las últimas escritas sobre tan extraña alucinación colectiva.