Siguen las patrañas que desde esta columna, pensada para entretener sin lastimar, preciso es desbaratar. La última es la existencia de ruedas de prensa sin preguntas. Se afirma en los periódicos, en las tertulias y hasta en las reuniones familiares navideñas que existen políticos, algunos muy encumbrados, como es el caso del presidente del Gobierno, que convocan a la prensa en sus ministerios o palacios pero no dejan preguntar nada a los profesionales que acuden a su llamamiento.

Quienes se creen muy graciosos, unos Jardiel Poncela redivivos, enhebran chistecitos elementales, de poco fuste y así les oímos decir que una rueda de prensa sin preguntas de los periodistas es como una tortilla de patatas sin patatas o un lenocinio sin sexo o un cielo sin nubes o un diccionario sin palabras o un profesor sin acreditar por la Aneca... y por ahí seguido. Se verá el escaso caletre de quienes gastan tales bromas, su menguada capacidad discursiva.

Vamos a ver, señores críticos y amigos de burlas: ¿se prohíbe en tales ruedas de prensa a los periodistos y a las periodistas? En absoluto, allí les vemos sentados representando cada uno a su medio o cadena, con su ordenador portátil en estado de revista, y atendiendo el discurso del preboste de turno (pongamos que el orador se halla en la Moncloa) con la máxima atención y con la adecuada compostura. Es más: pueden hablar entre ellos, confiarse secretos y también pueden responder un wasap.

¿Qué hay de raro en ello? ¿qué de llamativo u original?

Me parece que nada y hay que ser muy tiquismiquis para afirmar otra cosa. Adviértase que tan solo se prohíbe a los periodistos/as presentes formular preguntas al señor presidente del Gobierno cuando éste ha acabado su luminosa intervención. Lo más normal del mundo porque, si el presidente explica bien las cosas y es lo que hacen los presidentes pues, de lo contrario, no serían presidentes sino unos botarates irrelevantes ¿a qué viene importunarles y marearles con preguntas? Si los periodistas no han entendido algo porque su cabeza no les da para más, lo mínimo que pueden hacer es no airear su falta de entendederas. Lo lógico es disimular y preguntar discretamente a un colega, pero nunca exhibir en público sus lamentables limitaciones.

¿Qué es lo que en puridad ocurre? Probablemente no es que los profesionales no entiendan lo de la curva de la demanda ni la indexación de las pensiones sino que son sencillamente unos chismosos, amigos, por tanto, de darse al cotilleo y a la murmuración. En ocasiones, maliciosa. Es decir, una disposición de ánimo que solo reproches merece.

Debemos ser muy claros: el periodista a quien se le ocurra molestar al señor presidente del Gobierno (que para colmo en la actualidad es nada menos que doctor en Economía) preguntándole algo, procede sin dilación denunciarle a la asociación profesional y después al fiscal y al juez de guardia.

Porque del chisme, del cotilleo y de la murmuración se pasa (como quien no quiere la cosa) a la discordia. Contéstese con sinceridad: ¿queremos la discordia? ¿queremos sembrar la rivalidad, la cizaña? Quien así lo quiera, que lo diga abiertamente y se obrará en consecuencia contra él (o ella). El cotilleo es, además, una falta de educación parecida a la de meterse el dedo en la nariz para atrapar los pensamientos extraviados.

Hoy, es verdad, los descreídos son legión, pero deben saber que la murmuración es un pecado y que en los Proverbios se nos advierte: «No te relaciones con los chismosos», y es en los mismos Proverbios donde se da la mejor (por la más dura) calificación del fenómeno cuando se convierte a quien murmura en una especie de 'asesino de imagen' porque la buena fama, el aprecio personal, etc. son más valiosos que el oro.

Si la murmuración es un pecado, y lo es, es sin más una ofensa a Dios.

¿Se ve ahora cómo desde las alturas del Gobierno se trabaja, al prohibir las preguntas en las ruedas de prensa, por la erradicación de la falta de educación y de las ofensas gratuitas? ¿A cuento, pues, de qué viene tanta descalificación en esas tertulias en las que mandan los enemigos de nuestros gobernantes?