Pedro Sánchez es un político despreciado. Nada nuevo cuando se ejerce el poder. Recordemos la alergia de gran parte de España a Adolfo Suárez, o Felipe González, que hoy parece poco justificada. Es pronto para un balance del actual líder socialista, pero de lo que ya es difícil dudar es de su capacidad de resucitar.

A fines del 2016, cuando fue apeado de la dirección del PSOE por Susana Díaz y el PSOE tradicional, todos le daban por muerto. Y bien enterrado. Se quedó sólo (con el PSC y algunos fieles) negándose a facilitar la investidura de Rajoy. Pero resurgió poco después ganando (y en primera vuelta) las primarias socialistas de junio del 17. Luego mostró que no era un compulsivo 'antipopular' ya que (junto a Iceta) apoyó a Rajoy cuando recurrió al 155 para anular la independencia de Puigdemont.

Pero reconquistar la Moncloa era su norte y lo logró, contra pronóstico, con la moción de censura del 2018. Tras las elecciones de abril del 2019, que ganó con 123 diputados, no quiso formar un Gobierno de coalición con Podemos. Optó por repetir elecciones esperando 140 escaños y se quedó en 120. No era el fin del mundo, pero necesitaba a Pablo Iglesias (y el aval de Junqueras) para una alambicada investidura que toda la derecha (tremendista) calificó de sumisión al comunismo y al separatismo.

El pasado lunes fue investido, pero parecía una península cercada por todas partes (radicalismo, independentismo y derecha recalcitrante) menos por una. El sábado, tras unos nombramientos de fuerte peso (como ya hizo en junio del 2018), ha recuperado brillo y parece que Moncloa ha cruzado los Pirineos y vuelto a la centralidad europea.

¿Ha resucitado, no de las cenizas como en el 2017 pero si de hipotecas a un altísimo tipo de interés? Ya veremos, pero como mínimo respira mejor. Está en coalición, pero con el nombramiento de Teresa Ribera (feminista y ecologista) de cuarta vicepresidenta proclama que no renuncia a ninguno de sus galones de mando. Y Pablo Iglesias lo digiere, antes había cometido el error de filtrar sus ministros en fuera de juego.

Coalición sí€ presidente único. Aquello de Pasqual Maragall y Carod-Rovira de copresidentes fácticos en la Catalunya de enero del 2004 no se repetirá en la España del 2020.

Y tras el jueves (cuarta vicepresidenta), el viernes llegó una fuerte fragancia de Mario Draghí. El general Fulgencio Coll, antes zapaterista, le acusa de llevar a España al 'casicomunismo'. Bien, pues el nuevo ministro de Seguridad Social es nada menos que José Luis Escrivá, presidente de la Airef y uno de los mejores economistas europeos. De la plantilla del Banco de España, se fue al BCE como experto en política monetaria, recaló en el BBVA como economista-jefe y sudó la gota gorda cuando la banca española se quedó sin financiación exterior en lo más álgido de la crisis. Mas tarde fue directivo del Banco Internacional de Pagos de Basilea (el banco central de los bancos centrales) y acabó aterrizando de presidente de la responsabilidad fiscal, un nuevo organismo 'sugerido' por Bruselas para controlar el déficit público. Lo nombró Montoro, el PSOE no se opuso y su nombre lo inspiró alguien de Bruselas.

Quien diga que Escrivá es un 'casicomunista' provocará carcajadas, pero sí se le puede calificar de ser uno de los economistas a la vez más ortodoxo y progresista. Y sus posiciones sobre la reforma de la Seguridad Social buscan mantener el sistema público, pero también su viabilidad.

La vicepresidencia de Nadia Calviño, unida a las sorpresas de Escrivá y a la personalidad de la nueva ministra de Exteriores, Arancha González Laya, gran experta en comercio internacional (donde no destaca nuestra diplomacia) hacen que el nuevo Gobierno emita un fuerte olor a Mario Draghi. Ya saben el italiano, respetado por Angela Merkel, que logró que el Bundesbank le dejara comprar deuda de los países del sur para salvar el euro. ¿Ortodoxia toda la necesaria, avances sociales tantos como sean posibles?

Y no menos relevante es que Salvador Illa, el segundo del PSC, entre en el Gobierno. Illa ya estuvo en la negociación con ERC por voluntad de Sánchez. Y su irrupción quiere recordar a toda España (y al independentismo) que el constitucionalista PSC es el segundo partido catalán. Por si las moscas.

Sánchez vuelve a respirar, pero tendrá que mandar€ y al mismo tiempo empatizar con Iglesias, tender puentes al independentismo más racionalista y pactar con el PP reformas institucionales. Resucitar no implica poder cuadrar este círculo. Lo de Escrivá indica que lo intentará.