La música popular, desde Elvis Presley y las masas enfervorizadas compuestas de adolescente histéricas, no tiene nada que ver con el romanticismo y el idealismo expresados en el sus letras. La música es sobre todo un gran negocio de multinacionales que generará este año casi 20.000 millones de dólares en ventas por sus diversos canales. Esta semana se ha sabido que el gigante chino de los videojuegos Tencent ha cerrado un acuerdo con Univeral Music (del conglomerado de medios Vivendi) que le permite optar a la compra del 20% de esta compañía (que explota conocidos artistas como Taylor Swift y Drake). En el acuerdo cerrado, se establece una valoración del total de Universal por 30.000 millones de dólares.

Y es que el negocio de la música vive tiempos excelentes, con un crecimiento medio del 7% en los últimos cuatro años. Lo que parecía un negocio destinado al fracaso por la piratería digital (recuérdese Napster, el peer to peer y los torrents de descargas por el morro), ha resurgido de sus cenizas gracias al streaming, un formato de distribución que hace algunos años parecía ciencia ficción, y que el año pasado creció casi un 40%. La industria musical tiene el dudoso mérito de haber sufrido sucesivas disrupciones (y disrupciones de las disrupciones) con apuestas como Spotify y Yotube fundamentalmente. Aunque hay grandes diferencias. Spotify paga a la industria veinte dólares por usuario, mientras que Youtube paga un solo dólar por el mismo concepto.

Spotify es un invento de un sueco llamado Daniel Ek, que se alió con un inversor que le proporcionó los fondos para desarrollar el proyecto. Las cosas fueron duras al principio. Costó dos años que la industria entendiera que tenían que alimentar a Spotify con la música de su propiedad, un plazo que se extendió a cinco años para acceder al mercado norteamericano, que fue el espaldarazo definitivo para la empresa. En 2018, Spotify salió a Bolsa y sus acciones se han revalorizado de forma constante desde entonces.

Lo curioso es que Spotify se expandió

El año pasado, Apple se tuvo que doblegar a la corriente del streaming poniendo a disposición de los usuarios Apple Music, con una fórmula calcada del modelo Spotify. También el gigante del comercio online Amazon amenaza por el flanco el dominio de Spotify con su Amazon Prime Music.

Lo curioso del fenómeno de la reproducción musical es que están volviendo (probablemente porque nunca se fueron del todo) soportes que parecían descartados definitivamente como los vinilos o incluso los casettes, un formato entrañable asociado a las fiestas de amigos y a los viajes en coche. Una buena mezcla de canciones, con fundidos de entrada o salida convenientemente dispuestos, era un placer de escuchar, sobre todo si la selección había sido realizada por alguien que conocía tus gustos y contara con las herramientas adecuadas para hacer el montaje.

Así pues, este muerto que era la industria musical (tocó suelo en el año 2013 con un descenso del 40% en relación con su pico histórico) parece estar bien vivo. Después de un período inicial en que utilicé Spotify para oír mi música favorita de todos los tiempos, ahora disfruto bastante de las selecciones musicales que te prepara el algoritmo de Spotify, que me proporciona una mezcla interesante de lo que me gusta (porque tienen toda la información para saberlo) y lo que no sabía que me gustara y me sorprende agradablemente. Últimamente me he enganchado a una selección que se llama «Canciones para cantar en el coche». Son canciones muy conocidas y, sobre todo, tienen en común un estribillo más o menos fácil de repetir.

Probablemente se deba a ese estado boyante de la industria musical

También hay músicos serios y con formación en el firmamento del pop, pero suelen ser una excepción. Uno de ellos, que tuve la oportunidad de conocer personalmente, es el batería de Katrina & the Waves (su éxito Walking on shunshine es la cumbre de las canciones para cantar en el coche). Un tipo inteligente, músico de carrera (como los otros componentes del grupo, que se conocieron en un Conservatorio). Alex, que así se llama, es un individuo con un fuerte magnetismo personal y que tenía por pareja en ese tiempo a la manager del grupo, una cartagenera por más señas. Desgraciadamente, Katrina & the Waves no consiguió repetir éxito con ningún otro tema, a pesar de que lo intentaron. Pero no me cabe duda de que los miembros del grupo continuarán viviendo sin problemas gracias a los royalties que genera la canción de marras, todo un homenaje al dinero que la industria musical proporciona por uno u otro canal.