Hace tiempo leí algo así como que la felicidad tiene que ver mucho con poner de acuerdo nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros hechos. Y viendo la intervención de la diputada de Coalición Canaria en el Congreso de los Diputados, Ana Oramas, durante el debate de investidura de Pedro Sánchez, en que le dijo que votaría en contra de dicha investidura, no pude por menos de pensar que Oramas ha de ser una persona muy feliz, porque desde que nos encontramos (viví en Canarias un tiempo y tuve la oportunidad de conocerla, como a otros políticos de allí), sus hechos han respondido siempre a sus palabras. Y, al parecer, el paso del tiempo no le ha hecho perder esa dignidad que siempre ha ido con ella, ese no hacer aquello en lo que no cree, ese no contradecirse a sí misma.

Teniendo en cuenta que su partido, Coalición Canaria, decidió abstenerse en la investidura, a muchos les sorprendió que ella votara no, rompiendo la disciplina de voto. Pero a quienes le conocen no les extrañó, porque ella llevaba mucho tiempo diciendo que jamás votaría a favor de los independentistas, y la abstención hubiese sido eso, y porque ella responde, absolutamente, a eso llamado 'principio de coherencia', que hace que el ser humano actúe de acuerdo a su forma de pensar y de sentir, aunque eso signifique ir en contra de sus intereses personales. Es un principio de compromiso con sus valores que, en este caso, le ha hecho enfrentarse a su propio partido.

Cuando a lo largo del debate todas y todos los que intervinieron terminaban entrando en lo de 'y tú más'; cuando en el transcurso del mismo, todas y todos, aludían a las hemerotecas para recordar la disonancia en la que caían los intervinientes, entre sus mensajes de antes y ahora, entre lo prometido y dicho en campaña electoral y ese justo momento, la intervención de Ana Oramas fue como un soplo de aire fresco. Como una brisa de coherencia personal, de respeto a sí misma, tan ausente a lo largo del debate en el resto de los actores.

No pretendo entrar en este artículo en el sentido de su voto, tampoco en si comparto o no la totalidad de su intervención. La defensa que hago aquí de su comparecencia no va en esa dirección, y sí en el ejemplo dado por esta mujer con tantos años en política que no ha perdido el respeto por sí misma, incluso en su forma de decir y de hacer, porque fue inteligente para expresar cosas que pudieron resultar muy duras siempre con el gesto y las maneras de persona educada y respetuosa con las ideas de los demás.

Porque fue capaz de ir en contra de lo declarado por su propio partido el pasado viernes para no dejar de ser ella misma. Porque sí, la decisión de Oramas ha sido muy personal y se aleja del acuerdo de su dirección, como se puso de manifiesto en las redes sociales cuando su formación política publicaba un breve comunicado a través de Twitter en el que decía que Oramas «será escuchada por adoptar una posición de voto contraria a la decisión del CPN (el órgano de dirección del partido)», a la vez que advertía que «Coalición Canaria actuará con sus estatutos para las indisciplinas que se produzcan por cualquier militante del partido», para resaltar, «y máxime cuando la decisión ha sido por unanimidad de nuestro máximo órgano».

Pues sí, este es el comunicado de Coalición Canaria, pero si quieren saber mi opinión (cuando escribo este artículo no se ha producido la votación definitiva) no tendrá más consecuencias porque Oramas no forma parte de esas personas que piensan una cosa, sienten otra, y sus actos terminan siendo todo lo contrario a lo pensado y sentido. Oramas es, sencillamente, coherente.

Por cierto, ignominiosa la campaña, rayando en puro estilo mafioso, llevada a cabo por Ciudadanos, PP y Vox para cambiar el sentido del voto en algunos diputados.