No cabíamos en la casa y parió la abuela. Otra versión: por si faltara para desgracias, el abuelo bebe y la abuela fuma. Ciudadanos Región de Murcia es un lío. No hay quien los entienda. O sí. Cada miembro de la dirección va por un lado, y lo mismo los consejeros del Gobierno. Quienes, desde fuera, conocen las claves internas disfrutan del culebrón. Todo está a la vista, nadie se recata para representar su papel, tan previsible. Se les perdona porque están en bóxes. A ver por dónde salen en marzo. La última oportunidad. Pero mientras tanto, siguen haciendo de las suyas. Cada noticia es un pasmo.

La última: la dirección nacional (una gestora ‘en funciones’) decide personarse como acusación particular en el juzgado en que se instruye la denuncia de Leonardo Pérez contra el resultado de las primarias en que se decidió el liderazgo electoral de las elecciones autonómicas: el denunciante perdió frente a Isabel Franco, quien se alzó con el 63% de los votos ante él y otros candidatos.

Hasta ahora, la versión del aparato del partido era que no existían irregularidades en ese proceso, pero el gesto de la personación las admite implícitamente, pues supone que pretende indagar sobre el origen de las mismas. Sorprende que tanto Franco como el resto de la dirección regional se hayan enterado por la prensa (Onda Cero en este caso) de una decisión que afecta a la credibilidad del partido en el ámbito autonómico. Traducción: se trata, claro, de una operación para liquidar a Isabel Franco. Sinopsis: ganó unas elecciones trucadas. ¿Quién está detrás de esta operación? Blanco y en botella: quien pueda beneficiarse del intento. Es fácil.

Ahora bien, lo verdaderamente gracioso es que la dirección nacional valide una denuncia contra sí misma. Hay que precisar que la actual gestora la conforman, a efectos prácticos, los mismos que decían haber dimitido (pero poco) en la estela del exlíder nacional, Albert Rivera. Se han quedado, dicen, para facilitar la transición, pero es dudoso que quienes condujeron a Cs a una estrepitosa derrota dispongan de la inteligencia y la voluntad para desentrañar las causas de la deriva y, en consecuencia, diseñar un nuevo rumbo. Que Hervías sea el ponente de la nueva organización de Cs es como poner a la zorra a guardar las gallinas.

Es bien sabido que en Cs Murcia no se mueve una mosca sin el beneplácito de Madrid. La composición de la dirección regional es a dedo, así como la elección de los cargos institucionales hasta el nivel de conserje. Por tanto, si hubo irregularidades en las primarias habría que preguntar en primer lugar al responsable nacional de Organización, Fran Hervías o, en su defecto, a su corresponsal, Valle Miguélez, titular de ese departamento en Cs Murcia, o a ambos a la par.

Cuesta creer, de entrada, que Hervías se meta en estos laberintos a sabiendas de que si el juzgado detectara irregularidades la responsabilidad política recaería sobre él en su calidad de secretario de Organización. Pero, ¿quién si no Hervías ha podido incurrir en una operación tan suicida para los intereses de su partido en la Región? La deducción lógica es que, a sabiendas de que ya está políticamente muerto, su última obra en esta pedanía (en la concepción territorial de Cs) consistiría en facilitar las cosas a la facción que ha venido apoyando, la contraria a lo que representa Franco. Morir matando, algo muy propio de las personalidades oscuras tipo Hervías, el perfecto comisario de Organización hasta que deja de serlo.

Hervías recibió lo suyo durante la última asamblea de Cs en Murcia, a la que acudió con otros dirigentes de la gestora nacional. Se distrajo durante la reunión atendiendo a su teléfono móvil, aunque se supone que, capaz de hacer dos cosas a la vez, se vio obligado a escuchar sapos y culebras en las sucesivas intervenciones de los asistentes. Al final tomó la palabra, y lo hizo, en principio, con esa humildad impostada de quienes saben que la tienen hecha, pero poco a poco se fue animando a tirar balones fuera, hasta que desde el auditorio le cantaron las cuarenta para recordarle que le corresponde toda la responsabilidad de las disfunciones internas que afloran ante la opinión pública.

Es muy probable que Hervías, en respuesta a unas críticas que antes no emergían, haya decidido tirar el carro por el pedregal y forzar una situación incómoda para la vicepresidenta del Gobierno. Es la ganadora de unas elecciones internas que la actual dirección provisional de su partido admite implícitamente que podrían haber contenido irregularidades, de manera que la exponen a que la propia militancia empiece a exigirle la dimisión, aun cuando si tales irregularidades existieron es obvio que ella no fue la que manejó los ordenadores.

Por otro lado, trucar unas primarias con catorce votos falsos, como parece que ha detectado la investigación, en un total de 599 contra 237, parece indicativo de que los presuntos manipuladores eran poco decididos. Hervías o Miguélez se esmeraron presuntamente los justo. Ya puestos, el pucherazo debiera haberse dado por centenas de votos. Y da la casualidad de que algunos votantes del denunciante, Leonardo Pérez, incurrieron en las mismos supuestos que en el caso de su acusada: duplicidades desde una misma IP de ordenador y localizaciones exteriores. ¿Sabía Pérez que también se denunciaba involuntariamente a sí mismo? ¿Cabe pensar que quienes manipularan las elecciones en favor de Franco echaran también unos votos irregulares en las urnas virtuales de los otros candidatos para neutralizar sus posibles denuncias posteriores? La teoría de la conspiración da para muchas suposiciones estimulantes, aunque la realidad nos acabe decepcionando.

El ordenador desde el que escribo este artículo y todos los de la Redacción, según me informa el jefe de Sistemas del periódico, tiene hoy localizada su IP en Alcalá de Henares, y según qué días en Palma de Mallorca o en otros lares, dependiendo de qué ruta informática convenga más al operador, Telefónica. De modo que si a mí y a varios compañeros se nos fuera la cabeza, nos apuntáramos a Cs (por nadie pase) y tuviéramos que votar en unas primarias lo haríamos desde una misma IP localizada fuera de Murcia y nuestros votos aparecerían como fraudulentos. Misterios de la tecnología.

Pero al decir esto no pongo la mano en el fuego, ni mucho menos, por la limpieza de las primarias de Cs. Sobre el asunto ya se pronunciará la Justicia, y se supone que localizará a los responsables del fraude si lo hubiera. Sobre lo que dudo es que Franco sea responsable política de lo que otros puedan haber hecho en su favor si ella no estaba informada. En realidad, más que media docena de votos dudosos, lo que influyó decisivamente en su triunfo es que el secretario nacional de Organización, Hervías, se pronunciara a través de Twitter para apoyarla apenas unas horas después de que Franco presentara su candidatura, indicando así a la militancia quién era, entre el conjunto de comparecientes, la persona preferida por el aparato del partido.

El gesto constituye una voluntad manipuladora en relación a la exigencia de neutralidad que bien podría haberse resuelto después en algún ‘apoyo técnico’ en la realización práctica de las primarias, sobre todo para que el propio secretario de Organización no corriera riesgo de quedar deslegitimado en su autoridad si Franco no alcanzaba el objetivo encomendado.

Tengo para mí desde el principio que Hervías apoyó a Franco de manera forzada, tal vez por la superior autoridad del número dos de Rivera, José Manuel Villegas, pues su favorita era y es la actual portavoz del Gobierno, Ana Martínez Vidal. La personación en el juzgado aparece, a todas luces, como el intento de forzar una crisis interna que resuelva el conflicto interior de Cs, antes de que Hervías se retire definitivamente, en favor de su apuesta personal en Murcia, más o menos mantenida, no sin conflictos personales a veces con la propia Martínez Vidal, por su correspondiente de Organización, Valle Miguélez.

El problema es que el asunto se les puede ir de las manos. El abogado Javier Pérez, que compitió con Miguel Garaulet en las primarias para el Congreso de los Diputados, celebradas a la misma vez que las autonómicas, ha denunciado ante la Fiscalía posibles irregularidades en esa confrontación. El razonamiento básico es que las curvas de votación en ambas elecciones son coincidentes, y si se resolviera que hubo irregularidades en las de Isabel Franco-Leonardo Pérez serían idénticas a las que pudieran haberse producido en las que se resolvieron a favor de Garaulet.

La Fiscalía ha admitido a trámite esa denuncia, de modo que sería lógico que la dirección nacional de Cs también se personara en este caso atendiendo a los mismos argumentos que ha esgrimido en relación a las autonómicas. Que Garaulet se haya situado súbitamente, tras perder su escaño, en el sector crítico no debería constituir una excepción si de llegar al fondo de posibles irregularidades se trata. De lo contrario quedaría más claro que la iniciativa pertenece a interés de facción.

A todo esto, Isabel Franco, acosada políticamente, como es bien visible, desde el interior de su partido con la colaboración de ciertos poderes fácticos que apuestan por su relevo en favor de Martínez Vidal, más cómoda para la entente con el PP de López Miras, no se arredra, y ha respondido con celeridad personándose también en la causa que afecta a su posición. La paradoja es que actúe como acusación particular en un caso en que ella es, a efectos políticos, la acusada, si bien ni siquiera ha sido requerido su testimonio.

Cabe suponer del gesto que no se siente defendida por la personación de su partido, ya que seguramente sospecha, como cualquier observador, que quien ha instrumentado este efecto desde la dirección nacional no es precisamente su amigo, y la prueba es que ni ha sido informada.

El pasado viernes, el mismo día en que se difundió la noticia de que Cs se personaba en el juzgado que instruye el caso de las primarias, Franco se entrevistaba en Sevilla, junto al secretario regional de Relaciones Institucionales, Francisco Álvarez, de su cuerda, con el líder de Cs en Andalucía y vicepresidente del Gobierno, Juan Marín, su correspondiente andaluz. Son, sin duda, relaciones encaminadas a la construcción de la mayoría en torno a la nueva dirección de Arrimadas, un acceso que no controla Hervías ni quienes andan empeñados agotar a la vicepresidenta.

Queda claro, pues, que la operación de acoso y derribo contra Franco desde el interior de Cs se inscribe en la fase de navajeo previa al congreso nacional en que hay tortas para tomar posiciones. Hervías, consciente de que Arrimadas lo sustituirá por otro de su calaña (siempre tiene que haber alguien que haga el trabajo sucio) todavía se ve con oportunidad de dejar, al menos en Murcia, su herencia.

¿Qué pasa en Cs? La pregunta adecuada sería: ¿Qué no pasa?