Con el mal sabor de boca que han dejado los resultados de la Cumbre del Clima de Madrid, en la que se han frustrado buena parte de las esperanzas de que el mundo recupere pronto la cordura, y todavía a la espera de la reunión el próximo año en Escocia en la que, sí o sí, se tendrá que dar un mayor avance (no perdamos la ilusión ni el optimismo), algunos sucesos nos recuerdan el efecto que realmente la emergencia climática está teniendo ya en nuestras vidas.

Ya sabemos que las inundaciones, como las que martirizan de forma recurrente a los pueblos del Mar Menor y amplios territorios de las vegas media y baja del Segura, tienen su razón última de ser en siglos de errónea ocupación y uso del territorio.

Pero también sabemos que, por pura lógica, no habría inundaciones si no hubiera lluvia, y que las avenidas son tanto más probables y dañinas cuanto más torrenciales sean las precipitaciones.

Pues bien, el Consejero de Fomento, José Ramón Díez de Revenga, acaba de presentar algunas de las primeras conclusiones a que ha llegado el panel de expertos para la prevención de inundaciones que ha creado la Comunidad autónoma para trabajar sobre este problema. Entre ellas destaca el hecho de que todo parece indicar que se están quedando obsoletos los datos estadísticos con los que se realiza la evaluación de cómo de probable es una inundación es un lugar determinado. Estos datos no son cosa de poca importancia, porque finalmente conducen a la determinación de lo que los expertos llaman 'periodos de retorno', que habitualmente se calculan de 100 y 500 años y que, aunque los hidrólogos o los estadísticos me tirarían de la oreja por explicarlo tan simplificadamente, viene a ser la probabilidad de que ocurra una avenida en un determinado lugar durante ese periodo de tiempo.

De los periodos de retorno, que se calculan en base a los máximos de precipitaciones de series estadísticas, dependen los mapas de peligrosidad y riesgo de inundación en los que se basa la normativa actual de prevención de los daños por avenidas, y en concreto los mapas del Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables.

Lo que el panel de expertos de la consejería dice viene a decir significa que probablemente sea necesario reevaluar estas probabilidades hidrológicas, y en consecuencia redibujar los mapas de peligrosidad, debido a que la realidad de los datos de precipitaciones se ha disparado en nuestra región. Justo lo que predicen todos los modelos de cambio climático: lluvias distribuidas de forma menos homogénea y predecible, y picos de máxima precipitación que se han disparado, con episodios de lluvia más bruscos y violentos seguidos de largos periodos de sequía. Y todo ello, aunque parezca una paradoja, con medias anuales de lluvia cada vez menores.

En fin, que como se ve nos queda mucho por hacer, incluso en el ámbito de la estadística y los estudios hidrológicos. Todo sea por la adaptación a la dura realidad que va imponiendo el cambo climático.