Desde que presentara su libro A Dios rogando, en 2014, y sorprendiera su reconocimiento de que le gustaba que le llamasen 'la mosca cojonera', porque al parecer significaba que 'los toco', sor Lucía Caram, esa monja argentina que vino a este país, al parecer, con la misión de arreglar el independentismo catalán, no deja de sorprendernos. Y seguramente por esto, porque siempre me llamó la atención (yo creo que eso es lo que busca su ego) su incontinencia verbal, sobre todo hablando de independentismo catalán (como si no tuviésemos bastante con Puigdemont, Torra, Junqueras y compañía), he leído algunas cosas sobre ella, y muchas de sus habituales declaraciones, y así me entero de que durante la dictadura que sufrió su país, Argentina, desde 1976 a 1983, su provincia, Tucumán, fue duramente castigada por la represión militar, y según ella ha declarado, «fue ahí donde me encontré con el sufrimiento de la gente y con la pregunta de por qué la violencia. Esa fue la primera semilla de mi vocación».

Pues qué bien, lo raro es que no se quedase allí para ayudar al sufrimiento de sus compatriotas , que no sintiese la tentación de intentar mitigar tanto padecer y prefiriese venir a Cataluña donde, como nos dice el libro del periodista catalán Albert Soler (recomendable) «estávem cansants de viure bé». Y aquí vino ella, a vivir muy bien, dejando en su país tanto por hacer, y sentando sus reales en Manresa, ejerciendo más de activista que de monja; su curriculum es todo menos eclesiástico (les habla alguien que se educó en un colegio de monjas), y donde en las redes, en las que es tan activa, a sor Lucía Caram Padilla se la define, casi de tapadillo, como «una monja dominica contemplativa», centrándose más en su faceta de «cocinera, escritora y locutora argentina, que en la actualidad reside en España».

Ejerce poco de monja, es cierto, pero no es menos cierto que hace honor a la orden religiosa a la que pertenece, la Orden de Predicadores, conocida también como orden dominicana. Porque teniendo en cuenta que algunos de sus miembros integraron la Inquisición medieval, hemos de reconocerle a ella algunos ramalazos de ciertos vestigios inquisitoriales, que se ponen de manifiesto cuando se permite hablar, disparatadamente, de los problemas de este país y del independentismo catalán.

Esta monja, que tan poco tiempo dedica a rezar (lo digo por su intensa actividad mundana) y tanto a aparecer en programas de televisión hablando más de lo humano que de lo divino, que tan frenética y atolondrada actividad desarrolla en los medios, que publica libros y hace un programa de cocina en televisión, está tan imbuida de su mesiánica labor proindependentista que hasta olvida el lema de la orden mendicante de la Iglesia católica fundada por Domingo de Guzmán, a la que pertenece, y que tiene como lema principal la 'Veritas', verdad en castellano.

Cuando esta monja habla de independentismo olvida este lema de su congregación, como puso de manifiesto el pasado 27 de noviembre, en la televisión pública catalana, TV3 (¿en qué otra podía ser?), soltando una soflama panfletaria en contra del funcionamiento de la Justicia española: «Un país que se decía civilizado y democrático, como el Estado español, no sólo no lo es sino que está manipulando la Justicia»; «a nivel mundial es una evidencia que la Justicia española está manipulada». Es decir, faltaba a la verdad. Algo que es inherente al independentismo, pero creíamos que no a las monjas, donde desde pequeñas nos decían, lo recuerdo muy bien, que mentir es pecado.

Otros lemas de esa orden religiosa son «Laudare, benedicere, praedicare» (alabar, bendecir y predicar), muy lejos de estar todos los días incordiando, creando malestar entre muchos españoles y echando leña al fuego del entendimiento entre compatriotas. No, eso no lo dice, pero es lo que ella hace un día sí y otro también. Muy cojonera, sí.