Camino al Portal de Belén, iban tres hermanos pastorcitos a llevarle al Niño Dios sus mejores regalitos

en prueba de gran amor los habían elegido.

Los pastores se llamaban Elena, Cristina y, cómo no, Antoñito.

Antonio le llevaba al Niño un camión muy bonito,

era su mejor juguete, por eso lo había elegido.

Lo llevaba orgulloso, ya se imaginaba al Niño

jugando con el camión y cuidándolo con mimo.

Tropezó con una piedra, y el camión salió volando,

el volante y las dos ruedas salieron desperdigados.

Sus hermanas le consolaron, le ayudaron a arreglarlo.

Elena usó pegamento y ya no había nada colgando.

Siguieron andando, y al rato Elena cayó en la cuenta,

con el lío de las ruedas, se había dejado en el camino

en un árbol olvidada o por alguna cuneta

la muñeca que llevaba y que iba a hacer compañía al Niño

Cristina y Antonio la esperaron sentados en una roca,

mientras ella iba al quinto pino, a recoger su muñeca.

La encontró sucia y despeinada ¡vaya birria de muñeca!

había perdido su diadema, y tenía pelos de loca.

Cristina, muy risueña quiso, animar un poco a Elena,

Y por eso, pensó ella, nada mejor que una nana.

Dijo que para la muñeca, pero era para su hermana,

que estaba desconsolada, decía que ahora su muñeca

/ parecía una gitana.

Iban los tres hermanos cantando, camino del Portal,

cuando Cristina sintió hambre ¡un hambre para llorar!

¡ay si me hubiera guardado ese trocito de pan!

Entonces sacó Antonio, en un gesto de bondad,

y como por arte de magia, un bizcocho y un croasán.

Lo guardaba para el Niño... y ahora ¿qué le iba a dar?

El camión estaba roto y de comer no quedaba ná.

Qué triste se pondría el Niño cuando los viera en su Portal.

Empezó a desanimarse pensando en no ir ya.

Pero Cristina, animosa, le ayudó a caminar, ¡venga, vamos,

/ no tardéis más!

El Niño está muy contento, ¡y vamos a verle ya!

Él no quiere más regalos, quiere nuestra amistad,

que nos quedemos con él, y le ayudemos a guardar

todos las buenas virtudes que vivimos en Navidad.

Hemos traído juguetes que nos gustan de verdad,

los hemos traído con alegría y con paz y con bondad.

El Niño se alegrará mucho de ver a tres niños celebrar

todo lo que se quieren, que se adoran de verdad.

Casi era ya de noche cuando llegaron al Portal

y al asomarse con miedo (pues dentro había oscuridad)

vieron cómo el Niño, radiante de felicidad,

les abría mucho las manos para abrazarles sin tardar.

Esos pastores pequeños habían aprendido ya

que en Navidad hay que ayudarse y practicar la caridad,

porque el resto del año no se nos puede olvidar,

que hay un Dios que nos quiere, que nos quiere 'una jartá',

que quiere vernos felices, y ayudando a los demás

como hacían los tres pastorcillos caminito del portal.

¡Feliz Navidad!