No es la primera vez que escribo sobre esto, sobre la 'piedra en el zapato' que a lo largo de la historia ha supuesto el PSC (Partido de los Socialistas Catalanes) para el PSOE, pero vista la incontinencia verbal de que está haciendo gala hace tiempo, Miquel Iceta, primer secretario de ese partido, no tengo más remedio que volver a ello, porque cada vez que habla se aleja más de que sus palabras le hagan algún favor al que se supone que es su partido, el PSOE.

El PSC tiene dos almas, la catalanista, 'pelín' independentista, y la de ámbito nacional a la que el PSOE no puede, no debe, renunciar, porque es la esencia de su existencia como partido a lo largo de la historia. Esa vocación catalanista del PSC les ha llevado, a lo largo de su extensa vida como partido, a que sus primeros secretarios tuviesen siempre la tentación de poner en un brete al partido del que nacen, PSOE, con sus declaraciones, muchas veces fuera de lugar (como ejemplo, la verborrea trufada de aire independentista del inefable Pere Navarro, hace tiempo), que me lleva a preguntame si sus dirigentes saben en qué partido están.

Pero sí, lo saben, porque ellos han actuado siempre por libre, como hace tiempo lleva haciendo Iceta. Desde la solicitud de indulto a los condenados por el juicio del 'procés' cuando ni siquiera habían sido juzgados (inmiscuyéndose en las resoluciones judiciales, lo que jamás debe hacer un político), hasta el jardín en que se metió hace unos días cuando declaraba que Cataluña es una nación, porque «España es una nación de naciones, y las naciones que viven en España son plurales». Y es que, según él, 'nación' es «un sentimiento de comunidad». Sí, él las ha contado y en España hay ocho naciones: «Según los Estatutos de Autonomía, ocho, y si sumamos el preámbulo de Navarra, nueve». Y se quedó tan pancho. Tan pancho él, y tan sorprendidos los ciudadanos y ciudadanas del resto del país, porque creemos que no es el momento de echar más leña al fuego del enfrentamiento. Él forma parte de un partido que está ahora en el Gobierno, provisionalmente, es verdad, pero está, y lejos de ayudarle con sus palabras le perjudica seriamente, porque cuando manifiesta, ante el 14 congreso del PSC que se celebrará a partir del 13 de diciembre, que le extraña que haya quienes se sorprendan de que el PSC pida en su ponencia el reconocimiento de Catalunya como nación, porque «que Catalunya es una nación está en los documentos del PSC desde su fundación, en 1978», solo consigue sembrar la inquietud en muchos de sus votantes.

Ya lo apuntaba Alfonso Guerra en 2013 cuando decía que «hace mucho que el PSC dejó de ser un partido socialista», y continúa expresándolo ahora cuando insiste en que «el PSC está siempre en una posición ridícula». Y fue también en 2013 cuando otro dirigente de ese partido, el secretario general del PSOE extremeño, Fernández Vara, un hombre que de natural no dice tonterías, quien manifestó al respecto que el Partido Socialista debía tomar decisiones sobre el PSC y que, quizás, lo que se tendría que haber hecho es romper, de una vez por todas, con esa formación y presentarse con las siglas PSOE a las elecciones en Cataluña. Algo que muchos otros dirigentes del Partido Socialista piensan y no se atreven a verbalizar.

O quizás es lo que el PSC está buscando también y no se arriesga, porque ya en 2013 ese partido abrió un debate interno sobre la posibilidad de explorar fórmulas de colaboración con otras fuerzas políticas de izquierdas. Incluso llegaron a estudiar la posibilidad de formar coalición con los verdes de ICV para las elecciones europeas, en lugar de acudir con el PSOE.

Por cierto, en la última noche electoral, el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, rompía todas las normas y comparecía ante la prensa antes de que lo hiciera el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. En política los gestos no son baladíes.