Después de tropecientas convocatorias electorales en menos de un año parece que hay murcianos que quieren más. Sobrevuela la idea entre propios y extraños de que tal vez unas nuevas elecciones contribuirían a construir nuevas mayorías igual de inestables que la de ahora, pero quizás con un color político que agrade más a los irresponsables que quieren convocarlas.

Un Gobierno de coalición con el apoyo parlamentario de una tercera fuerza no es el escenario ideal para la estabilidad de una Comunidad Autónoma, pero la alternativa no es necesariamente mejor ni para los gobernantes ni, muchísimo más importante aún, para los gobernados.

Murcia es una Región única en España. Somos el único punto de la geografía española en la que Vox ha ganado unas elecciones nacionales... pero qué elecciones nacionales. Que muchos murcianos han entendido que Santiago Abascal u Ortega Smith son el arma más eficaz y necesaria para luchar contra el golpismo es una evidencia. Que tengan razón o no en su valoración es otro tema, pero que así los han considerado es irrefutable. Que Pedro Sánchez amagara con vender España al mejor postor ha radicalizado a una Región a la que no hacía falta insistirle mucho para que se reafirmara en su innata tendencia ideológica a la derecha. Incentivos perversos para todos, en cualquier caso.

Sin embargo, al menos hasta que Murcia no forme parte de los Països Catalans (algo no descartable en el corto plazo, visto lo visto), los problemas intrínsecos a la Región de Murcia no son los mismos que los que han motivado el voto a nivel nacional. Y los líderes de Vox, probablemente conocidos por sus respectivas familias y algún que otro amigo de la infancia, tampoco son Abascal o Espinosa de los Monteros. Creer que una nueva convocatoria electoral en Murcia replicaría los resultados de las elecciones nacionales es no haber entendido nada no ya sólo de política general, que también, sino de la experiencia de lo que ocurrió hace apenas unos meses entre las elecciones de abril y mayo.

El caso del PSOE, que también parece reclamarlo, ya roza el esperpento más absoluto. Una fuerza política que ganó en Murcia en abril ha pasado a ser tercera fuerza en noviembre teniéndolo absolutamente todo a su favor. Si no han sido capaces de mantener el liderazgo con un Podemos debilitado, un Cs casi destruido, el Mar Menor en su peor estado y un Gobierno regional más inestable que nunca parece imposible que vayan a poder hacerlo alguna vez en lo que resta de futuro.

Quizás sería buen momento para que nuestra clase política entendiera que los ciudadanos no votamos mal, sino que son ellos los que se demuestran incapaces de encontrar el punto en común dentro de la pluralidad que representa un escenario multipartidista.

Pero más importante aún para ellos, y sobre todo para los líderes emergentes que parecen no haber contemplado la posibilidad de que una nueva convocatoria implique una nueva confección de listas, cuidado con lo que desean: podría convertirse en realidad.

En cualquier caso, mientras tanto, mejor sólo pedirles una cosa: que nos dejen un rato en paz.