El tiempo pasa y 75 años son muchas promociones para un instituto, como el 'J. Ibáñez Martín' de Lorca, que construido en su actual emplazamiento de 1944, recogió el testigo del viejo Instituto Local de Segunda Enseñanza de 1928, que a su vez daba continuidad al primer Instituto de Lorca, creado en 1864 y cerrado en 1883. Y todo ello con un origen más remoto, en el Real Colegio de la Purísima, el centro de formación de bachilleres y graduados entre finales del siglo XVIII y la segunda mitad del XIX. Un Colegio adscrito primero a la Universidad de Granada y luego a la de Valencia, por lo que Lorca, ya en la Ilustración, era ciudad universitaria, más o menos.

El pasado día 30 asistíamos en el propio instituto a un acto que cerraba los eventos conmemorativos de esta efeméride, que culminaba con la presentación del libro del profesor José Quiñonero Hernández Memoria del primer Instituto de Lorca, 1928-2019, un libro que es un paseo por el tiempo y por la historia contemporánea del instituto, un texto muy bien escrito, con la prosa cuidada de su autor, con el rigor de las fuentes y los testimonios de algunos de los que hicieron de ese centro un lugar bajo el sol del conocimiento, de los que lo engrandecieron con su trabajo y su compromiso y de los que se formaron en él, de los que una buena representación abarrotaba el salón de actos de un instituto que ha sido faro de la cultura local y eje de atracción también para la formación de muchos hombres y mujeres de las comarcas colindantes, desde la Cuenca del Almanzora a los Vélez, desde el Valle del Guadalentín a la costa meridional. Una pequeña universidad provincial, le llamó el admirado por muchos, profesor García-Borrón.

En el llamado Palacio de Cristal por la luminosidad de un edificio muy singular en el paisaje urbano y arquitectónico local nos hemos formado un capital humano variopinto que ha accedido a puestos y profesiones diferentes, pero todos con la satisfacción de una excelente formación y el recuerdo vivido de nuestros años de adolescencia.

De todo ello habla el libro de José Quiñonero. Es un libro con autor, pero en el que su generosidad se hace patente al incorporar comentarios a sus capítulos de distintas personas, que, identificadas con lo que se decía en el texto, aportaban su visión personal de los acontecimientos narrados o los recuerdos de los viejos profesores y de su magisterio, de sus manías y de sus recursos; también queda reflejado el tiempo, el tiempo pasado, que nunca fue mejor, pero sí diferente, en una Lorca perennemente adormida, donde el instituto era una ínsula en un mar de localismo provinciano.

El libro deja constancia de la memoria y del recuerdo y se detiene en acontecimientos locales que dejaron huella. Es, a su vez, la crónica de una ilusión, pero también de frustraciones y de olvidos; es, en definitiva, la historia vivida y contada por sus protagonistas más directos, a los que un cronista del tiempo como José Quiñonero les ha dado vida.

Para los que nos formamos en el ya legendario Instituto 'Ibáñez Martín', generaciones pasadas y nos tan pasadas, el libro de José Quiñonero, que aporta un considerable apéndice documental, tan importante en estos tiempos de posverdad e historia reconstruida, hace justicia a un centro educativo que, por encima de orígenes y benefactores, ha formado a los lorquinos durante varias generaciones. Vale la pena leerlo y disfrutarlo y recordar aquellos días de eternos veranos que gentes venidas de tan lejos y tan cerca rememoramos junto al autor, en una jornada memorable de recuerdo y nostalgia de la juventud.